Aférrate a la disciplina y no la sueltes

(Proverbios 14:7)

Los hombres que han logrado subir al podio donde se coronan los éxitos, no siempre han sido los más inteligentes sino, en todo caso,  los más disciplinados. Se sabe por los anales de la historia que aquellos que han dejado su patrimonio cultural, social o religioso no fueron “cerebros brillantes”, pero si fueron hombres dominados por una visión y una disciplina. Aquellos que han bendecido a la humanidad con sus legados artísticos, científicos o filantrópicos  tuvieron su génesis en una vida sujetada al valor de la disciplina. Sus intentos con no pocos fracasos, tuvieron que pasar por el largo camino de la constancia, dedicación y perseverancia hasta lograr perfeccionar sus ideas. Porque el fracaso, cuando lo vemos en plano de seguir adelante, ha llegado a ser un buen aliado de la disciplina. Para los que tienen una visión determinada los fracasos no representa el fin del negocio, sino nuevos peldaños para alcanzar la cima. De esto se ha dicho que el fracaso no significa que soy un fracasado; significa que todavía no he triunfado. El fracaso no significa que no he logrado nada; significa que he aprendido algo. El fracaso no significa que he sido un tonto; significa que tuve suficiente fe para experimentar. El fracaso no significa que he sido desgraciado; significa que me atreví a probar. El fracaso no significa que no lo tengo; significa que lo tengo de una manera diferente. El fracaso no significa que soy inferior; significa que no soy perfecto. La  disciplina tiene, pues, la sublima misión de convertir el “fracaso” en victoria.

En los llamados proverbios sapiensales, el que nos habla del tesoro de la disciplina es por demás elocuente: “Aférrate a la disciplina y no la sueltes; consérvala porque ella es tu vida”, dijo el sabio (Proverbios 4:13). Se sabe por las referencias cotidianas que una vida indisciplinada no llega muy lejos en sus intenciones. Porque la disciplina es medicina para muchos males. Tan eficaz es para todo lo que se quiera y lo que se haga, que ha sido magnificada con una sola frase, “consérvala porque ella es tu vida”. Así tenemos que sin disciplina habrá un desorden en la familia y los hijos llegarán a ser bastardos. Sin disciplina no hay carreras terminadas. Sin disciplina no hay planes ni visión consumada. Sin disciplina no hay trabajos que satisfagan. Sin disciplinas no hay discípulos  el camino de la negación que planteó Jesucristo. Y sin disciplina, para el caso de nuestras naciones, no hay instituciones confiables, no hay sociedades justas ni hay gobiernos transparentes. Porque con disciplina se sanan las finanzas, se detiene la corrupción y se orienta la administración. Sin embargo con la disciplina se  corrigen los vicios y hacemos que el cuerpo se doblegue para un mejor servicio.. El mismo sabio, hablando de aquellos que no le dan mucha importancia a la disciplina, dijo: “El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma; mas el que escucha la corrección tiene entendimiento” (Proverbios. 15:32)

Pero recordemos que la disciplina exige sacrificios para los cuales no siempre estamos dispuestos a pagar el precio. Una leyenda cuenta que un palito de madera se quejó una vez amargamente porque su dueño se la pasaba tallándolo y haciéndole canales y agujeros. Pero el que lo cortaba no le puso atención a las protestas del palo de madera. Su dueño estaba fabricando una flauta de aquel trozo de ébano, y era demasiado sabio como para detenerse cuando la madera se quejaba tan amargamente. El hombre le dijo: “Pedacito de madera, sin estas hendiduras, agujeros y cortes serías un palo para toda la vida, un trozo de ébano inservible. Lo que hago ahora te puede parecer que te está destruyendo, pero en lugar de destruirte, te transformará en una flauta. Tu dulce música deleitará a muchas almas y consolará los corazones afligidos. Te tengo que cortar para poder hacerte, pues sólo así podrás ser una bendición en el mundo.” La lección de todo esto es que el cuchillo y la lima que llenaron de hendiduras y agujeros al pedazo de manera hasta parecer destruirla, al final salió un instrumento musical con uno de los sonidos más dulce que pueden escuchar nuestros oídos. Es cierto que  toda disciplina  al principio no parece ser causa de gozo, pero al final da sus frutos apacibles, dijo el escritor sagrado (Hebreos 12:11). Esta es la disciplina para toda  esta vida; y en especial, es la que necesitamos para seguir a Jesús, cuyo fruto será la vida eterna. Por lo tanto ¡aférrate a ella y no la sueltes!