Amigo del mundo…enemigo de Dios

“Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” (Santiago 4:4-5).

Lo expresado por  Santiago acá nos hace ver  que las cosas  no eran tan hermosas en la iglesia del primer siglo como solemos pensar.

Lo percibido en este duro lenguaje más bien nos revela mucha carnalidad y mundanalidad hecha manifiesta.

Los creyentes de ese tiempo luchaban con las mismas falencias de las nuestras. No hay tal cosa como una iglesia perfecta.

El mundo, la carne y el diablo son los enemigos del creyente en todos los tiempos. Ellos nos han declarado la guerra y debemos estar consciente de semejante lucha.

“!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios. Este era el mismo lenguaje usado en el Antiguo Testamento para reprender a Israel por su desviación moral y espiritual, especialmente lo relacionado con la idolatría.

Santiago  usa la misma manera para hablar del tema: la amistad con el mundo. Él,  siguiendo su método acostumbrado de las preguntas, confronta a sus lectores respecto al origen de su desviación y condición espiritual. Esta es una palabra fuerte, pero necesaria para exhortar. 

Ningún creyente debe ver como normal ser amigos del sistema del mundo, por cuanto es rebelión contra Dios.

El “adulterio espiritual”, que es una  metáfora del Antiguo Testamento, era una referencia a la amistad de los creyentes con el mundo. La pregunta “¿no sabéis?” daba por sentado el conocimiento de los hermanos respecto al tema abordado ahora  por Santiago.

Para él, la amistad con el mundo era una abierta enemistad contra Dios. Ya el Señor lo había mencionado previamente: “No podéis servir a dos señores” (Mateo 6:24).

Ningún creyente debe ver como normal ser amigos del sistema del mundo, por cuanto es rebelión contra Dios. La palabra “mundo” aquí, la usada en el resto del Nuevo Testamento, significa todo los pensamientos y acciones hechas, en abierta oposición a la voluntad de Dios y contrario a su santidad.

Pablo preguntaba “¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” (2 Corintios 6:14).

El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente”. El lenguaje fuerte  y frontal del primer versículo ahora es visto de una manera más suave, sobre todo porque Santiago hace referencia al celo de Dios por todos nosotros.

Dios nos ama celosamente.  Como lo dijo Barclay: “La idea es que Dios ama a los hombres con tal pasión que no puede soportar ningún otro amor dentro de los corazones de los hombres”.

Dios no soporta ningún tipo de infidelidad, sea moral o espiritual. Él espera un amor exclusivo. 

Su Espíritu en nosotros nos anhela para que honremos y glorifiquemos  a Dios. 

Desde lo más profundo del corazón de su pastor.