Bienaventurados los que sufren

“Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.  He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo” (Santiago 5:10-11).

Santiago cambia del tema de las quejas al de las aflicciones y para eso toma el ejemplo de los profetas del Antiguo Testamento quienes soportaron aflicciones, pero ejercieron la paciencia mientras enfrentaron esos tiempos.

De ellos recordamos a muchos, pero el más notorio fue Jeremías. Nadie como él para haber soportado malos tratos como soportar el cepo, la prisión y hasta una cisterna lodosa (cf. Jeremías 20:2; 28:6; 32:2). Fue tal su sufrimiento que llegó a ser un tipo de Cristo (Mateo 16:14). 

La palabra “aflicción” acá tiene la idea de “resistencia inquebrantable voluntaria”. También denota un énfasis en “permanecer bajo una carga”. Santiago, al igual que su Maestro, reconoce a esos hombres en su sufrimiento como bienaventurados.

Jesucristo ya había dicho: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4).

 Cuando Santiago nos habló de los sufrimientos de los profetas, ya el escritor a los Hebreos nos había dicho: Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra” (Hebreos 11:37-38). 

“Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor…”. Para Santiago el mayor ejemplo del sufrimiento  antiguo fue el de Job. El sufrimiento y la paciencia son “gemelos”, eso se ve en la vida un santo de Dios como  Job.

Su perseverancia en la aflicción es un modelo a imitar, porque en medio de su terrible dolor alabó a su Dios (Job 1:20-22). Y fue por esa paciencia y perseverancia que vio la recompensa divina a través de sus misericordias en la manera cómo terminó sus días (Job 42:10-17). 

La aflicción y la paciencia son los métodos divinos para sacar lo mejor que hay en nosotros. 

Desde lo más profundo del corazón de su pastor.