El camino a la exaltación es la humillación

“Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará” (Santiago 4:9-10).

He aquí otros cuatro imperativos enmarcados dentro del mismo tema: resistid al diablo. Como podemos ver, todos estos imperativos excluyen la soberbia y la arrogancia, los enemigos de todo quebrantamiento espiritual.

El sentido de esto es el tener un profundo pesar por el pecado cometido, pero a su vez el deseo firme de apartarse de él para no seguir cometiéndolo. La aflicción prepara el terreno para la intervención divina. 

Estas palabras convocan a un arrepentimiento genuino. No siempre pasa esto en nuestras vidas. Afligirse significa sufrir y sentirse como una miseria.

Por otro lado, lamentad y llorad es una combinación de palabras, propias de los evangelios tales como en Marcos 16:10 y Lucas 6:25. Algunos que ríen ahora, lloraran después. 

Por otro lado, ambos imperativos son una contrapartida de una de las bienaventuranzas de Mateo 5:4, al hablarnos de sentirnos bienaventurados cuando lloramos, porque recibiremos consolación; y esto, a su vez, es una contraposición a la alegría superficial de este mundo, de acuerdo con lo dicho en Juan 16:20. 

Humillaos delante del Señor, y él os exaltará: Nada le hace más bien a la vida de un pecador como la aplicación de esta de esta verdad bíblica. Humillarse acá significa bajarse, reducirse y achicarse.

Esa misma palabra se deriva de otra del latín humus, equivalente a la palabra tierra. Entonces, quien se humilla regresa a la tierra. Ya Jesús lo había expresado, diciendo: “el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido (Mateo 23:12). Una sincera humillación delante del Señor nos levantará de la tierra. 

Santiago, así como su Maestro, ha descrito de manera muy contundente el deber  con la bendición que trae un sincero arrepentimiento. Pedro lo dijo también de esta manera: Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo” (1 Pedro 5:6). Le hace tanto bien al alma postrarnos delante de su presencia. 

Escojamos el camino de la humillación en su presencia; dejemos a Dios hacer lo demás.

Desde lo más profundo del corazón de su pastor.