Epafras, siervo amado y siervo fiel
“… como lo habéis aprendido de Epafras, nuestro consiervo amado, que es un fiel ministro de Cristo para vosotros, quien también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu”. (Colosenses 1:7-8)
Epafras es el hombre clave de esta carta. Él, por ser un discípulo muy cercano de Pablo, y el fundador de la iglesia a los Colosenses, nos merece un comentario especial acerca de su vida y testimonio, del que Pablo se hace eco en esta primera parte de la carta. La vida de este discípulo es una carta abierta con un aprendizaje para hoy.
“… como lo habéis aprendido de Epafras”. Esta simple oración nos revela el reconocimiento de Pablo al trabajo de su discípulo en medio de los Colosenses.
No fue de Pablo que ellos aprendieron las primeras lecciones, sino de Epafras. Él se había invertido en su crecimiento y en su vida espiritual como un auténtico pastor de almas.
Pablo da su consentimiento a las enseñanzas de Epafras como buenas en doctrina y como sabias en la conducción de ellos.
Pero ¿qué dice Pablo de este discípulo? ¿Cómo lo califica? Epafras era para Pablo un “consiervo amado”.
Esta distinción lo ponía igual con él en el ministerio. Era un siervo como Pablo en el mismo ministerio donde ahora trabajan.
“Siervo” es la palabra doulos en griego, y es con esa palabra como Pablo se identifica en todas sus cartas (Romanos 1:1). Epafras era para Pablo un “consiervo amado”, especialmente como un discípulo preocupado por el bienestar de Pablo.
Pero, además, Epafras era “un fiel ministro de Cristo para vosotros”. He aquí otro elogio para este discípulo proviniendo de un hombre como Pablo.
Pablo reconoció la fidelidad de Epafras como representante suyo ante los hermanos de Colosas, tanto en medio de la congregación como ministro, pero también fue un fiel atendiéndole a él sus grandes necesidades vividas en la cárcel.
Hay muchos “ministros” en el evangelio, pero no todos son fieles.
El tercer elogio hecho por Pablo a Epafras tuvo que ver con esta declaración: “quien también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu”.
Si bien Epafras le hablo a Pablo de los problemas de moralidad y herejías que algunos infiltrados estaban trayendo a la congregación, Pablo oyó de él mismo, el profundo afecto de los hermanos de Colosas.
Entre ellos se daba el “amor en el Espíritu”; un amor puro y un verdadero, el que no debiera faltar en ninguna iglesia.