¿Cómo acercarnos a Dios?

Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones” (Santiago 4:8).

Santiago se vale una variedad de imperativos para seguir tratando el tema de las guerras y los pleitos del corazón.

En este nuevo texto nos presenta otros tres de ellos: Acercaos, limpiad y purificad. Los tres hablan de la importancia de venir a Dios, quien anhela nuestra santificación, pero también para hacer nuestra parte en esa obra santificadora. 

 “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros”. Todo acercamiento a Dios está respaldado por una bendición. Como el hijo pródigo, quien después de su alejamiento de su padre, regresó a él arrepentido, y cuando esto hizo, su padre descendió y se acercó a él y lo rodeó de favores y misericordias. Dios jamás rechaza a todos los que a Él se acercan.

He aquí, pues, una invitación con una promesa: Dios se acerca, cuando nosotros nos acercamos a Él.

Pero ¿qué significa acercarnos a Dios? Pues significa acercarnos en adoración, alabanza y oración, postrada en su presencia. Nos acercamos a Dios pidiendo su consejo. No debiéramos tomar decisiones por nosotros mismos, acerquémonos a Él.

Pero también nos acercamos a Él para disfrutar de su comunión; nada nos debe dar más placer que esto. Y, por otro lado, acercarse a Dios es alejarse del mundo son sus deseos y su vana gloria.

Pero para acercarnos a Dios, debemos hacer dos cosas: limpiar nuestras manos y purificad nuestros corazones.

A este respecto, Santiago habla de nuestra condición como pecadores, con las manos sucias, y a su vez con un corazón de doble ánimo.

El salmista cuando preguntaba: “¿Señor, quien entrará en tu lugar santo?”, respondía: “El limpio de manos y puro de corazón”. (Salmos 24, 3-4). Acercase a Dios demanda nuestra limpieza de alma. 

El creyente ahora goza de un mediador y abogado llamado Cristo para acercarse a Dios, porque sólo no podemos hacerlo. Solo Cristo puede con su sangre limpiar nuestras manos pecadoras, y purificar nuestro corazón corrupto y perverso, para entrar en su presencia. 

“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).

Desde lo más profundo del corazón de su pastor.