Devocionales del libro de Eclesiastés 10

Devocional # 10
Hemos dicho que el Salomón que escribió esta obra es tan distinto al que escribió Cantar de los Cantares y el libro de los Proverbios. En ambas obras nos encontramos con un hombre lleno de vida, dándonos el buen consejo, gozando a plenitud de lo que de Dios recibió; pero ahora nos encontramos con un hombre que parece estar hastiado de vivir, hasta el punto de sentir no solo aburrimiento por esta vida, sino hasta aborrecimiento por ella. Así lo seguimos viendo.
“Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu. Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí” (Eclesiastés 2:17-18)
Dos veces Salomón introduce en el texto la palabra “aborrecí”; uno para hablar de su propia vida la que la había llenado de tantos bienes y placeres, sin embargo, al final de sus días no quería vivirla. También aborreció el trabajo hecho debajo del sol, al que consideró como un fastidio, llegando a la misma conclusión que todo es “vanidad y aflicción de espíritu…”. Entonces, si Salomón no encontró la felicidad que buscó, ¿cuál es la vida que tiene sentido?
Lo que el lector pronto ve en este capítulo 2 es un adelanto de lo que Jesús va a decirnos en la parábola del rico insensato, quien había atesorado cosas “para sí mismo” pero no era “rico para con Dios” (Lucas 12:13–21). Observamos como en el mismo v. 18 tiene el tono de las palabras que le dijo Dios al rico insensato: “Y lo que has provisto, ¿para quién será?”
Y al final, la preocupación de Salomón por la persona que vendría después de él no es simplemente una declaración generalizada de verdad por cuanto él mismo la vivió. A lo mejor cuando escribió eso tenía serias dudas respecto de su hijo Roboam, quien lo sucedió en el trono, convirtiendo en ruinas muchos de esos logros inigualables de Salomón (1 Reyes 12).
Mattew Henry, hablando de este pesimismo del que Salomón pareciera contagiarnos, nos dice: “Así que si esto fuese todo, podríamos ser guiados a odiar nuestra vida, porque todo es vanidad y aflicción de espíritu” (Matthew Henry, Comentario de la Biblia Matthew Henry en un tomo (Miami: Editorial Unilit, 2003), 511).
Por supuesto que Salomón no conocía la promesa que nos dice: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5).
El verdadero gozo de la vida está en el espíritu, no en la satisfacción que nos da la carne.
Desde lo más profundo del corazón del pastor