La naturaleza sigue inalterable

Devocional # 2

El predicador sigue con su mensaje, cuya introducción ha sido “vanidad de vanidad, todo es vanidad”. Como alguien que ha visto y vivido todo, se ha dado cuenta que las cosas siguen iguales. Que, si bien es cierto que el hombre nace, crece y muere, todo lo demás creado permanece inalterable como si fueran testigos mudos de aquello que fue hecho al principio.

 “Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo. Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír” (Eclesiastés 1:4-8)

Salomón, sin saber que nacería la teoría de la evolución, se adelantó a su tiempo para afirmar que desde que el mundo existe todo permanece igual. Que si bien es cierto que la tierra por el dolor que sufre a causa del pecado gime, y se “retuerce” ocasionalmente, todo lo que en ella ha sido puesto no cambia. Que, aunque vengan nuevas generaciones, “la tierra siempre permanece”. ¿Se da cuenta que cada amanecer y cada atardecer sigue inalterable? Todo esto es porque la tierra gira alrededor del sol, bañada por su luz en constante rotación.    

El hombre necio pretende negar a Dios, pero vive en un mundo donde todos los días ve como el ciclo natural sigue de la misma manera. No es capaz de ver la sabiduría con la que se rige cada uno de los ciclos.  La primavera no antecede al invierno, ni el otoño al verano. El viento que sopla y que respiramos no falta un día sin que cumpla su función. El asunto es que Dios hizo todas las cosas con sabiduría y con sentido común, por eso nada cambia. Los eventos terrenales que parecieran alterar lo ya creado son porque la tierra anhela ser redimida (Romanos 8:22).

Y es por esta razón que Salomón invita al hombre para que no sea “sabio en su propia opinión”, sino que aproveche todo aquello en que se afana, porque jamás podrá cambiar lo que ya está hecho. El hombre no puede entender esto, porque además “nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír”. El asunto es que todavía nos quedan más cosas para ver y oír, y por eso nos fatigaremos antes de explicarlo todo. Lo que si podemos hacer es aprovechar lo que fue creado. 

Mis amados, nada es más importante que vivir cada día con sabiduría, disfrutando de cada amanecer y cada atardecer, antes que llegue el ocaso de nuestra vida y lo demás siga igual.

Desde lo más profundo del corazón del pastor