Devocionales del libro de Eclesiastés 25

Devocional # 25

Salomón se va acercando al final del capítulo donde no solo ha dicho que hay tiempo para todo, sino que nos ha dado su visión acerca de lo que los hombres hacen con sus vidas en ese tiempo “debajo del sol”, hasta mostrarnos a Dios en su estado eterno y justo, y por quien todas las cosas serán probadas. Sigámoslo en los pensamientos de su corazón y su visión de la vida. 

“Dije en mi corazón: Es así, por causa de los hijos de los hombres, para que Dios los pruebe, y para que vean que ellos mismos son semejantes a las bestias.  Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad” (Eclesiastés 3:18, 19).

El contexto inmediato de estos versículos nos habla del juicio que Dios traerá al justo y al impío, por lo tanto, ambos están en su presencia. Su testimonio y conducta no escapan a su mirada y al final ambos serán probados. Y en ese probar divino Salomón descubrió que los hombres “son semejantes a las bestias”. Los son en relación con la susceptibilidad con la muerte, pero también lo son respecto a su actuación, muchas veces irracional, cuando son arrastrado por el pecado. 

 La muerte seguirá siendo el aguijón que espolea a todo ser viviente hasta ponerle fin a su existencia. De esta manera, ella se convierte en el lugar donde todos convergen, sean ricos o pobres, blancos o negros y todo lo que tenga vida. De ella nada ni nadie escapa. Salomón vio que la muerte era la causante de “un mismo suceso”; nadie escapa a su sentencia final. 

El comentarista Deane ha dicho sobre este texto lo siguiente: “La distinción entre el hombre y la bestia queda anulada por la muerte; el primero se jactaba en su superioridad, su poder de concebir y planeación, su grandeza, habilidad, fuerza, astucia, y todas caen en la categoría de vanidad, ya que no pueden repeler el golpe inevitable.”  

Este frio panorama presentado por Salomón, con este “golpe inevitable” de la muerte, le hace ver al hombre que la vida sin que se sea llena de propósito, sin que ella descubra que sólo Dios pueda satisfacerla con la abundancia de su presencia, será al final una total vanidad. 

Y, por otro lado, cuando Salomón habla en estos términos de la muerte, eso no es una base para sustentar la doctrina de la aniquilación del alma, la que defienden los universalistas acerca del destino final de los injustos, sino que fue su visión de lo que llama “un mismo suceso”. Obviamente Salomón desconocía que en la vida más allá del sol “Jesús sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2 Timoteo 1:10). Así, pues, la muerte no será el fin de todo. 

Si bien la muerte para algunos es el fin de todo, para un creyente, ella es el comienzo de todo. 

Desde lo más profundo del corazón del pastor