Devocionales del libro de Eclesiastés 26
Devocional # 26
Estos son los últimos versículos del único capítulo en la Biblia al que un escritor sagrado lo dedica al tiempo, y nadie pudo hacerlo mejor que Salomón por la manera cómo vivió y cómo lo malgastó. Salomón nos ha presentado una clase adelantada de “la mayordomía del tiempo” al decir lo que debemos hacer o no con el tiempo que se nos ha dado “bajo el sol”.
“Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo. ¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?” (Eclesiastés 3:20, 21)
Esta es la conclusión a la que Salomón llega después de decirnos tantas cosas respecto a tiempo y su uso, a lo que hicimos o no hicimos, sabiendo que es en el tiempo del hombre donde nos prepararemos para el tiempo de Dios, que no es otro, sino la eternidad misma. En este texto Salomón hace un resumen de lo que finalmente ha de pasar con el destino del hombre.
Por un lado, nos dice que “todo va a un mismo lugar”. Esto significa que por más que nos afanemos en esta vida, por más que nos enorgullezcamos con los logros y las satisfacciones temporales, al final todo termina en un mismo lugar. Quizás con esto coincida el texto que nos sentencia, diciendo: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez…”. Es la muerte la que nos nivela en todo. No hay manera que el hombre cambie este estado final.
Y esto es así porque “todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo”. Con anticipación se nos dijo que el hombre fue hecho del polvo y por lo tanto al polvo volverá. Por supuesto que estas son declaraciones innegables respecto al cuerpo. Cualquiera sea lo que nos lleve a la muerte, esto será su fin. Pero la pregunta del próximo texto nos revela que el hombre tiene espíritu y que, si bien su cuerpo será devuelto a la tierra, tiene un espíritu que no muere.
El hombre a diferencia de los animales fue creado para una eternidad, y mientras para los primeros con su muerte se acaba su existencia, para el hombre, su espíritu le asegura su continuidad. Esto nos hace pensar que si bien es cierto que “polvo somos y al polvo volveremos”, también es cierto que con la muerte nuestro espíritu asciende ante de Dios para que sea juzgado, sea bueno o sea malo lo que haya hecho con esta semejanza de Dios.
Es cierto que la muerte nos nivela llevándonos a un mismo lugar, pero eso no es el fin de todo. Tenemos un espíritu que vivirá “más allá del sol” y es esa vida la que al final buscamos.
Desde lo más profundo del corazón del pastor