Devocionales del libro de Eclesiastés 28

Devocional # 28
Llegamos al capítulo 4 de Eclesiastés. El Predicador prosigue con su visión de la vida, especialmente aquella donde reina el pecado, la maldad y las injusticias que cometen los gobernantes con sus gobernados. Es tal la manera cómo Salomón ve la descomposición que hay en el mundo que concluye que bueno le fuera al hombre no haber nacido, para que no viva en medio de tantos sufrimientos, carencias e injusticias. Así prosigue su discurso.
“Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador. Y alabé yo a los finados, los que ya murieron, más que a los vivientes, los que viven todavía. Y tuve por más feliz que unos y otros al que no ha sido aún, que no ha visto las malas obras que debajo del sol se hacen” (Eclesiastés 4:1-3).
Salomón después de un breve coqueteo con la esperanza, dejando de pensar tanto en esta vida “bajo el sol”, y viendo la eternidad que Dios puso en todas las cosas, de nuevo vuelve su rostro hacia la desesperación, la que ahora describe bajo una total injusticia. Al ver a su mundo, que no difiere en nada con el nuestro, el panorama no podía ser más desalentador por “todas las violencias que se hacen debajo del sol”. Su visión fue pareciera a la de Dios antes del diluvio.
Y qué fue lo que Salomón vio que le produjo tanta indignación. Bueno el observó “las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele”. Observó como la fuerza estaba en manos del opresor y nadie está con el oprimido. ¿Y acaso no es este el panorama de lo que hay en este mundo? Cuántos hay que ahora mismo están sufrimiento por las iniquidades de los impíos. Cuánto dolor y lágrimas vemos por las injusticias de los que detentan el poder llevando a países, otrora de gran prosperidad, a una total miseria, ruina y desesperación.
Ante esta opresión y falta de consuelo, Salomón llegó a la conclusión de alabar a los que ya estaban muertos, y vio como mejor estado el de los que todavía no habían nacido. Consideró como un más feliz a lo “que no ha sido aún, que no ha visto las malas obras que debajo del sol se hacen”. Esta visión se nos presenta como aterradora para la que pareciera no haber esperanza.
Pero mis amados, aunque esto pareciera ser el drama esta vida, Dios guarda la cuenta de los malhechores y en el día de la justicia divina esas cuentas serán cobradas. Que así sea.
Desde lo más profundo del corazón del pastor