Devocionales del libro de Eclesiastés 29

Devocional # 29
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Salomón sigue con su visión de la vida terrenal, su letanía y hasta su pesimismo al describir que el proceder de los hombres es el mismo todo el tiempo. En su visión cercana hace una especie de radiografía de la vida donde los pecados como la envidia, el egoísmo y la pereza, parecieran ser los que más abundan; y esto para él sigue siendo vanidad de vanidad. Así sigue hablando.
“He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu. El necio cruza sus manos y come su misma carne”(Eclesiastés 4:4-6)
La envidia no es nueva, ella es hija de la misma desobediencia que hizo su entrada en el mundo. Salomón la vio cuando los hombres al hacer su trabajo, y toda la excelencia de sus obras, despertaban la envidia de aquellos a quien él califica como necios que lo único que hacen es cruzar sus manos y comer su misma carne, porque no hacen otra cosa.
Es posible que lo que el Predicador pensó de esos hombres envidiosos, por el éxito de otros, tuviera que ver con él mismo, porque si alguien despertó envidia respecto aquella vida llena de lujos, placeres y riquezas, fue la que este rey llevó. El progreso en el trabajo, y excelencia de ls obras que otros tengan, encontrará siempre a aquellos que, en lugar de esforzarse por hacer y llegar a ser hombres también de éxito, cobijan la envidia como un feo pecado de su corazón.
El comentarista Clarke lo ha expresado de esa manera: “Pues si un hombre actúa con rectitud y de una manera adecuada en el mundo, él rápidamente se convierte en el objeto de envidia de su prójimo, y también de sus calumnias. Por lo tanto, el ánimo para hacer bien, para ir por el camino de rectitud, es mínimo. Esto constituye una parte de la vanidad y del sistema vacío de la vida humana”.
Así que Salomón concluye que los hombres que tienen éxito, cuyas obras tienen en el sello de la excelencia, se debe al trabajo disciplinado que le ponen a las cosas, mientras que los hombres envidiosos son los necios, aquellos que de acuerdo con la Nueva Traducción Viviente los califica, diciendo que ellos “ se cruzan de brazos, y acaban en la ruina”. Y es que no puede haber prosperidad para quien el esfuerzo y la dedicación no es precisamente su devoción.
Miremos el éxito en los demás, no bajo la envidia, sino como un ejemplo para lograr lo mismo.
Desde lo más profundo del corazón del pastor