Devocionales del libro de Eclesiastés 30

Devocional # 30

Definitivamente la visión del Predicador respecto a la perspectiva de la vida “debajo del sol” fue correcta, porque su descripción no ha cambiado, todo sigue igual. De acuerdo con su propia premisa, no existe tal cosa como un logro eterno, y no existe la satisfacción potencial de pasar los logros de uno hacia otro. De esta manera, la visión del sabio parece desalentadora. 

“Yo me volví otra vez, y vi vanidad debajo del sol. Está un hombre solo y sin sucesor, que no tiene hijo ni hermano; pero nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se pregunta: ¿Para quién trabajo yo, y defraudo mi alma del bien? También esto es vanidad, y duro trabajo” (Eclesiastés 4:7, 8).

 Salomón ve ahora a un hombre solitario. Su soledad lo recluía en tal condición que no tenía con quien consultar, porque no tenía hijos ni hermano, qué tragedia, pero también se dice que este hombre no deja de trabajar, no se cansa; literalmente es una maquina de trabajo y hacer dinero, y sus ojos no se cansan de mirar su riqueza, propio de un hombre que solo vive para la avaricia.

Por supuesto que la visión de este tipo de soledad es perniciosa, carente de valor y de significado. Es la imagen de un solitario cuya vida al parecer fue hecha solo para el arduo trabajo sin sentido, tan parecida como  aquel rival envidioso del versículo 4. Y no son pocos los que así viven. Son aquellos que pasan por esta vida sin compartir sus afectos, porque son gobernados por el egoísmo, la avaricia y la falta de satisfacción, que sería lo mínimo para lo que trabajan.

Quien esto hace es un hombre insensato y forma parte de esa vida donde todo es vanidad. Y cuántos hay que viven de esta manera, que consumen sus vidas en el trabajo, y que nunca piensan   quién disfrutará de su fortuna. La ironía de su vida es que no aprovechaban el fruto de su trabajo, defraudando así su alma de todo bien. Este es el hombre totalmente contrario a lo que ya Salomón había descrito anteriormente, cuando dijo: “Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte…” (3:22). 

¿Para quién trabajo yo, y defraudo mi alma del bien?”, esta debiera ser la pregunta que todos nos debemos hacer al momento de consumir nuestras energías en la labor cotidiana. Damos gracias a Dios por los trabajos que él nos da para nuestro sustento, pero no hagamos de ellos el sustituto de nuestra devoción, tanto que ni siquiera disfrutamos de este don del cielo. 

La única soledad que debemos vivir es la que nos permite venir a un encuentro con Dios.

Desde lo más profundo del corazón del pastor