Devocionales del libro de Eclesiastés 35

Devocional # 35

Salomón sigue reflexionando acerca de actitud de un alma que se acerca a Dios. En el texto previo nos ha exhortado en la manera cómo debemos acercarnos a la casa de Dios, especialmente para  no hacerlo irreverentemente. Nos habló acerca de cómo debieran estar preparados nuestros pies y oídos cuando venimos a su casa. Ahora nos va a decir que tengamos cuidado al hablar, sobre todo del momento cuando establecemos un diálogo con Dios.

“No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras. Porque de la mucha ocupación viene el sueño, y de la multitud de las palabras la voz del necio”  (Eclesiastés 5:2, 3).

Una revisión de este texto nos revela lo que debiera ser la verdadera actitud de un adorador. El sabio nos advierte del cuidado que debemos tener al abrir nuestra boca, sobre todo cuando sabemos que estamos en presencia de la persona de Dios y no de cualquier hombre. Así que la recomendación es a no apresurarnos cuando hablamos con  Él.

Salomón sabía que la tendencia humana era  de hablar sin pensar, aún  delante de Dios.  Es necio el hablar demasiado y escuchar poco cuando estamos en Su presencia. ¿Por qué Salomón le da tanta importancia a esto? Porque él mismo sabía que cuando nos acercamos a Dios nuestras mentes pudieran estar llenas del ruido y ajetreo de la vida, en lugar de adoración hacia Dios. A lo mejor Salomón estaba recordando su propio proverbio que “en las muchas palabras no falta pecado” (Proverbios 10:19).  La recomendación es que “sean pocas tus palabras”. 

 El escritor Edwin Orr solía dar consejo para que se orara de una manera corta y seria, especialmente en las reuniones de oración. Él decía que cuando uno ora en una reunión, por los primeros tres minutos todos oran con él. Si continuara otros tres minutos, todos orarían por él. Si continuara por otros tres minutos, los demás comenzaban a orar en contra de él.

Las muchas palabras producen oraciones necias, eso pareciera ser el significado “de la mucha ocupación viene el sueño”, y “de la multitud de las palabras la voz del necio”. El consejo es para que no nos demos prisa, ni nos apresuremos a hablar delante de Dios, sino a oírle íntimamente.

 Asegurémonos que, al hablar con Dios, él vea el corazón más que escuchar nuestras palabras.

Desde lo más profundo del corazón del pastor