Devocionales del libro de Eclesiastés 36

Devocional # 36

 Salomón sigue asumiendo su papel de Predicador, y como si estuviera utilizando el púlpito, cual pastor que exhorta y amonesta a sus ovejas, nos hace recordar cómo debiera ser nuestro comportamiento una vez que estamos en la casa del Señor, especialmente al pronunciar nuestras palabras. Su consejo es que no hablemos tanto, sino vamos a cumplirlo.

“Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas. No dejes que tu boca te haga pecar, ni digas delante del ángel, que fue ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus manos?”           (Eclesiastés 5:4-6).

En el tema de acercarnos a la casa del Señor, más para oír y no darnos prisa con nuestra boca, Salomón dos advierte acerca de la importancia de cumplir con las promesas que hacemos de manera que con ellas honremos a Dios, sin quedar mal ante Aquel que es tan fiel en cumplir las suyas. La exhortación es para que pronto cumplamos lo que hemos prometido. 

Un pecado que es tan común entre el pueblo de Dios, y que a menudo pasamos por alto, es el pecado de los votos no cumplidos. Si conociéramos más el carácter de Dios no fuéramos tan rápido en prometerle algo que se queda en las palabras. Tan serio es Dios que por esto el texto nos dice: “él no se complace en los insensatos”. Así es como Él califica a los que hacemos promesas ante alguna crisis, donde le manifestamos tantas cosas que haremos con nuestras vidas para Él, pero pasada la tormenta se olvidó la promesa. El mandamiento es simple: “Cuando a Dios hagas promesas, no tardes en cumplirlas”.  ¿A caso Dios no cumple las suyas? 

De manera, pues, que aquellos que honramos a Dios nos cuidaremos en no hacer pronto votos delante de él para después no cumplirlos. Por lo tanto, seremos serios en cumplir con nuestra palabra con Dios, así como somos serios en cumplirla con los hombres, porque nos cuidamos de nuestro prestigio delante de ellos. Para los que incurren en este pecado, la recomendación es:   Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas”. Callados nos vemos mejor. 

La advertencia final del texto es para que “no dejes que tu boca te haga pecar, ni digas . . . que fue ignorancia”. Para Salomón el cumplir con nuestros votos era un asunto serio. Sabías cuántas veces podemos pecar por la ligereza de nuestras palabras, sin considerar la ofensa que esto trae a Dios. Y tan serio es este pecado que Dios no dará por inocente el que le promete algo y al final no cumpla. Si no lo sabías, Él también se enoja “a causa de tu voz”. Cuidemos lo que decimos. 

“Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mt. 5:37).

Desde lo más profundo del corazón del pastor