Devocionales del libro de Eclesiastés 38

Devocional # 38
Nadie tuvo más dinero que Salomón. Ningún otro hombre lo superó en su grandeza, fama y pertenencias; así que, si alguien tuvo razones para afirmar lo que a continuación escribe, fue él. Pero en su caso, Salomón descubrió que el haber amasado semejante fortuna, con la que se dio todos los lujos, aquello fue vanidad. Así que su ejemplo nos ayudará a entender mejor este tema.
“El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad. Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos?” (Eclesiastés 5:10, 11).
La manera cómo Salomón define el amor al dinero es de avaricia y fútil vanidad, argumentando que un codicioso nunca halla gozo en sus riquezas, pues siempre desea más, porque mientras más aumentan sus riquezas, también aumenta su preocupación.
“El que ama el mucho tener, no sacará fruto”. Porque el problema con las riquezas es que jamás sacian. Se cuenta que en cierta ocasión se le preguntó al millonario John D. Rockefeller cuánto dinero es suficiente. Su famosa respuesta fue: “Un poco más”. El asunto es que en lo que respecta al tema del dinero, pareciera no haber límites, porque ni lo que uno ha ahorrado satisface; siempre se querrá más. Obviamente estamos hablando de un corazón no satisfecho.
Dijo el comentarista Kidner: “Si algo es peor que la adicción que conlleva el dinero es el vacío que deja. El hombre, con la eternidad en su corazón, necesita un cuidado mejor que esto.”
Más adelante Pablo nos va a decir lo mismo del sabio, que la raíz de todos los males es “el amor al dinero”. Esto es el problema con el dinero, no el dinero en si. Ya hemos dicho que el hombre debe gozar de su trabajo, satisfacer sus necesidades y honrar a Dios con sus bienes. Cuando esto hacemos, el dinero no será mi dueño, sino mi servidor; no seré su esclavo, sino su dueño.
“Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen”. Esto es tan cierto, porque hay deseos que el mismo dinero no satisfará, así como la abundancia mundana no satisface los deseos espirituales. Mientras más tenemos, mayor es la casa que hay que mantener, más gente habrá que emplear, más invitados que agasajar, y muchos dependerán de esos bienes.
Que la más grande riqueza de mi alma sea mi Señor, pues teniéndolo a él, tendré la mejor satisfacción. Si satisfago al espíritu, lo material vendrá por añadidura. Amén.
Desde lo más profundo del corazón del pastor