Devocionales del libro de Eclesiastés 39

Devocional # 39

Salomón sigue con su tema de las riquezas. Por su propia experiencia se dio cuenta que el amor a ellas lo que hace al hombre es un avaro, pues nunca se sacia de buscarlas, y en la mayoría de los casos ni siquiera disfrutarlas. La visión que tuvo de las riquezas lo llevó una y otra vez a recomendar al hombre que disfrute de lo poco que tiene porque esto es lo mejor para su vida.

 “Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia. Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus dueños para su mal; las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos que engendraron, nada les queda en la mano. Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano” (Eclesiastés 5:12-15).

El sueño tranquilo y reparador es lo que hace distinto al rico y al pobre. Por cuanto el pobre no tiene la preocupación de sus riquezas, aquellas que traen más compromisos, más amigos o   enemigos, sea que coma mucho o coma poco, su sueño es dulce porque está resignado a lo que tiene, pero a su vez agradecido a su Dios que le da el sustento cotidiano. El rico por sus preocupaciones no puede dormir. Irónicamente, “no le deja dormir la abundancia”. 

¿Por qué los ricos pierden el sueño y para muchos de ellos las riquezas no le dan satisfacción? Porque de acuerdo con la visión que el sabio tiene de la vida “debajo del sol”, este hombre guarda sus riquezas, no las comparte, no es un filántropo, sino un egoísta y avaro. Al final, el estado de ese hombre es tan deplorable e infeliz, que no disfruta de su trabajo y ni siquiera a sus hijos les hace partícipe de ellas. Esto si que es vanidad de vanidad.

Las cuales se pierden en malas ocupaciones”. Las riquezas pueden desaparecer de un momento a otro por medio de malas decisiones. Esto habla de lo volátil que son ellas en las manos de los hombres, y con la seguridad que las mismas se pierden al morir, porque “como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino”. Es posible que  Salomón sabía que a pesar de los deseos del entierro y de las costumbres de los monarcas, nadie se puede llevar su riqueza después de la muerte. No podemos sacar nada de lo que aquí adquirimos. 

Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré…” (Hebreos 13:5).

 Desde lo más profundo del corazón del pastor