Más allá del Sol es lo que importa

Salomón nos  sigue mostrando que todo sigue su curso.  Él  no es alguien a quien se le puede echar un cuento acerca de la vida. Él la vivió con  todos sus deseos, gustos y satisfacciones. Al parecer él saboreó la vida por todas partes, para decirnos qué era lo más importante de ella. De esta manera se nos revela como el predicador de la experiencia propia. 

“Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén. Y di mi corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él. Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu. Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse” (Eclesiastés 1:12-15).

¿Quién fue Salomón para dar testimonio de la vida? ¿Qué sucedió con él para dejarnos esta larga letanía de la vida como si estuviéramos en presencia de un hombre cansado de ella? Pues además de ser rey sobre Israel en Jerusalén, el tercero de ellos, se dedicó la investigación, permitiendo a su “corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo…”. De esta manera, si las respuestas para las aparentes vanidades de la vida podían ser halladas por medio de la sabiduría, Salomón tuvo toda la oportunidad para haberlas encontrado.

Miré todas las obras que se hacen debajo del sol…”. Salomón inquirió, busco y miró el trabajo penoso que Dios le ha dio a los hombres. Y si bien es cierto que por ser un rey con tantos lujos y placeres, no pasando por las penurias de los demás mortales, no por eso dejó de observar a los hombres en su diario andar, en su afán para conseguir el pan para vivir, hasta llegar a la conclusión que todas las obras que se hacen debajo del sol “todo ello es vanidad y aflicción de espíritu”.  ¿Y acaso no es esto lo que ocurre con una vida que no eleva más allá del sol?

Salomón completa su discurso dejándonos una especie de desánimo, como si al  final de todo estuviera diciéndonos  que esta vida en si misma no tiene sentido ni propósito. Otra vez, él ha visto que nada cambia en este mundo. El vio que “ torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse”. Así que la búsqueda de Salomón para la respuesta de aquella sabiduría, la terrenal,  le llevó más bien a una desesperación que no le condujo a la nada. 

Mis amados, esta manera de pensar del “predicador”, tan contraria a la  inspiración de su padre  en sus edificantes salmos, nos muestra el otro lado de las cosas, pues mientras David anduvo siempre en “los lugares celestiales”, Salomón descubrió cuánta vanidad hay esta vida. 

 Este discurso sirve es para darnos cuenta que la vida más allá del sol es la que tiene valor y sentido. Que si bien es cierto que nada cambia en este mundo, el que nos espera es todo nuevo. 

Vivamos para ese mundo que viene, mientras transitamos los afanes de cada día.

Desde lo más profundo del corazón del pastor