Devocionales del libro de Eclesiastés 41

Devocional # 41

Salomón llega al final del capítulo cinco de Eclesiastés con una nota positiva, resaltando lo que finalmente vale la pena hacer con las riquezas, y valorando al hombre que las sabe administrar de una manera sabia, inteligente y de especial provecho para los suyos. Después que nos habló tanto del amor irracional por las riquezas, ahora se decanta por elogiar a los hombres que no hacen de eso su dios, sino el medio para una vida feliz. Veamos lo que nos dice. 


“He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que “Dios le ha dado; porque esta es su parte. Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, y le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios. Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le llenará de alegría el corazón” (Eclesiastés 5:18-20).


¿Qué es lo que Salomón ha visto otra vez? Que la vida es un don de Dios. Que nuestras ocupaciones no son trabajos de esclavos, sino una vocación donde Dios nos ha puesto para disfrutarla. Nada le hace más bien al alma que tener un espíritu alegre por las bendiciones que Dios otorga. Cuando esto hacemos el trabajo no será hará una carga pesada, sino ligera de llevar. 


La recomendación es comer, beber y gozar “del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol”. Esta es la porción para la vida del hombre; la que Dios, el dador de toda buena dádiva le ha otorgado. El sabio nos ha mostrado que el sumo bien de la vida no consiste en cuánto tengas, sino cómo usas lo que tienes. Y al final Dios nos da riquezas y bienes para que tengamos la facultad de usarlos para bendecir a los nuestros y a nuestro prójimo. 

La declaración que “a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes” nos dice que las riquezas en sí no son malas. Y Salomón no fue tonto al hablar de eso, porque él sabía que era mejor tener riquezas, que no tenerlas, pero con un continuo énfasis que deben disfrutarse, porque ellas son un don de Dios. El consejo final es: no acumules las riquezas, disfrútales. 


La conclusión de este texto es que el trabajo, lejos de ser una carga pesada y fatigosa, es un regalo de Dios para que vivamos bien y hagamos felices a los que están cerca de nosotros. Nos muestra que una casa donde reina la piedad y el contentamiento, en lugar de la codicia y el descontento, es el mejor bien para el hombre porque “Dios le llenará de alegría el corazón”

Las riquezas no son malas, malo es el corazón avaro que no las usa para la felicidad de su alma.


Desde lo más profundo del corazón del pastor