Devocionales del libro de Eclesiastés 50

Devocional # 50
En este capítulo siete de Eclesiastés, el Predicador se ha dedicado a desarrollar una serie de proverbios, los que él domina muy bien, para seguir ilustrando lo que es “mejor” para la vida de manera que aprendamos de ella y actuemos con mayor sabiduría. Así nos dice.
“No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno del necio” (Eclesiastés 7:9).
Ya Salomón nos ha hablado previamente de la paciencia, pero ahora nos advierte que la impaciencia nos conduce a la ira. La vida “debajo del sol” nos lleva fácilmente a impacientarnos y hasta enojarnos, y la palabra nos advierte que el enojo reposa en el seno de los necios. No es fácil mantener la paciencia, porque somos propensos a enojarnos.
De allí que el presente mandamiento “no te apresures en tu espíritu a enojarte” tiene como propósito ayudarnos a controlarnos, porque el enojo al final se convierte en pecado. Pablo nos dirá después: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo”. Y tan serio es este mandamiento que el mismo sabio nos advierte en sus proverbios diciendo: “el necio al punto da a conocer su ira; mas el que no hace caso de la injuria es prudente” (Proverbios 12:6). El enojo no es para un hijo de Dios, porque en su corazón el Espíritu que le da su control.
El reto de este proverbio es que aprendamos a ser pacientes. La naturaleza del hombre es proclive a enojarse pronto y a proferir palabras que, frente al calor de una reacción no controlada, pueden contaminar el ambiente. Sus palabras deben estar sazonadas con sal. El creyente controlado por el Espíritu sabe cómo reaccionar ante una provocación, manifestando su control a través del fruto del Espíritu, especialmente cuando pone en ejercicio su dominio propio.
Nuestro mejor modelo frente al enojo es Cristo, quien era manso y humilde de corazón.
Desde lo más profundo del corazón del pastor