Devocionales del libro de Eclesiastés 53
Devocional # 53
Una de las cosas que admiramos de Salomón es lo bien que habla de la obra de Dios. De los más de tres mil proverbios que escribió, una gran mayoría de ellos tuvo que ver con la naturaleza. De él dice su biógrafo que disertó acerca de las estrellas, los ríos, los mares, los animales y los montes. Nada de la naturaleza quedó que no le ha haya descrito. Observe lo que aquí dice.
Mira la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que él torció? (Eclesiastés 7:13)
La inmensidad de la obra de Dios tanto arriba como abajo simplemente es insondable. No hay manera de describir su grandeza y la sabiduría con que cada cosa fue hecha. De allí que la pregunta que el Predicador hace acerca de “¿quién podrá enderezar lo que él torció?, la respuesta será nadie. El estado en el que fueron hecho las cosas así permanece.
La desafiante pregunta que Salomón hace pone al descubierto lo pequeño e impotente que es el hombre. Simplemente él no puede enmendar lo que Dios dispuso que faltase o fuese opuesto. Ya el mismo sabio lo había dicho anteriormente: “Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no se puede completar” (1:15). Y de igual manera lo expresó Job cuando dijo: “Si él destruye, no será edificado de nuevo. Si él cierra ante el hombre, no habrá quien le abra” (Job 12:14). La evidencia del poder de Dios hace imposible que el hombre cambie lo que está hecho.
¿Quién podrá enderezar lo que él torció? es una pregunta que declara la soberanía de Dios frente a las limitaciones humanas. Nos habla que lo que él ha hecho y sigue haciendo tiene el sello de lo bien hecho, aún si algo nos parece torcido. De esta manera, lo que nos toca es aceptar el modo en el que Dios procede. Por supuesto que él no es un Dios caprichoso, o alguien que está siempre cambiando. Lo que él hace siempre responde a un plan de su soberana voluntad.
La razón por la que nadie podrá enderezar lo que torció es porque “todo lo que Dios hace permanecerá para siempre. Sobre ello no hay que añadir, ni de ello hay que disminuir. Así lo ha hecho Dios, para que los hombres teman delante de él” (3:14). No es, pues, incumbencia del hombre encontrar fallas en las obras de Dios, sino más bien temerle porque Él todo lo hizo hermoso en su tiempo, y le puso eternidad, sin que el hombre puede entender todo lo hecho.
Aún lo “torcido” de Dios ha sido hecho para regocijarnos en la hermosura de su creación.
Desde lo más profundo del corazón del pastor