Devocionales del libro de Eclesiastés 60
Devocional # 60
El Predicador sabía que nuestra tendencia es aplicar las palabras que los demás dicen de nosotros de una manera seria. Por lo tanto, debemos tener mucho cuidado con lo que hablamos porque muchas veces decimos cosas de otros y no quisiéramos que aplicaran en su corazón lo que dijimos. El sabio nos advierte del cuidado que debemos tener al hablar en presencia de otros.
“Tampoco apliques tu corazón a todas las cosas que se hablan, para que no oigas a tu siervo cuando dice mal de ti; porque tu corazón sabe que tú también dijiste mal de otros muchas veces” (Eclesiastés 7:21-22).
Otra versión dice: “No escuches conversaciones ajenas a escondidas…”, porque quien esto hace podría escuchar cosas que otros hablan, incluyéndonos a nosotros mismos, con la que seríamos tentado en el corazón a hablar también de otros, y entonces pecaríamos con nuestra boca. Ciertamente molesta escuchar o saber que alguien habla mal de nosotros a nuestra espalda, pero nos olvidamos que también así lo hemos hecho muchas veces nosotros con los demás.
En la sabiduría de este proverbio, el Predicador nos advierte que cuando inclinamos nuestro corazón al oír las conversaciones ajenas, pudiéramos descubrir que nuestro nombre ha estado en la boca de otros. Esa es la idea del texto cuando dice “para que no oigas a tu siervo cuando dice mal de ti”. La recomendación de este texto es que no hagamos siempre caso de todo lo que escuchemos, que no tomemos tan serio todas las palabras que se hablan.
Hay saber escuchar con ecuanimidad, porque debido a la condición pecaminosa y la tendencia a criticar que hay en el hombre, a lo mejor usted mismo ha escuchado algunos comentarios desfavorables al oír furtivamente lo que los demás están hablando suyo. Lo que en verdad tenemos que saber es que mientras más nos conozcan, más conocerán nuestras fallas.
“Preocúpate de ser aprobado ante Dios y tu propia conciencia, y entonces, no oigas lo que dicen de ti los hombres; es más fácil pasar por veinte afrentas que vengar una. Cuando se nos hace daño, examinemos si no hemos hecho mal a otros” (Mattew Henry).
Que nuestros oídos se apresten para oír lo bueno, pues de esta manera no hablaremos mal de otros.