Devocionales del libro de Eclesiastés 63
Devocional # 63
Entramos al capítulo ocho de esta escritura sapiensal. El Predicador prosigue en su discurso a través de dichos cortos, con su misma visión de las cosas “debajo del sol”. En esta sesión sigue tocando el tema de la sabiduría, pero más que hablar de ella como vanidad, por su mal uso, habla de los beneficios que pueda traer al hombre si se usa de acuerdo con el temor de Dios.
“¿Quién como el sabio? ¿y quién como el que sabe la declaración de las cosas? La sabiduría del hombre ilumina su rostro, y la tosquedad de su semblante se mudará” (Eclesiastés 8:1).
La diferencia entre un hombre sabio y uno necio está en la manera cómo se conducen en su manera de vivir. Mientras que el necio se regocija en su maldad, el sabio sabe cuál es la conducta apropiada. Él posee por la sabiduría misma la capacidad de conducirse correctamente. La sabiduría preserva al hombre de ir tras los caminos que arruinarán su alma, de allí los resultados con las que Salomón finaliza cuando se aplica adecuadamente la sabiduría para la vida.
Las dos preguntas con las que Salomón comienza su texto nos revelan a él mismo. Nadie como él para conocer al hombre sabio. Él la tuvo más que ningún otro hombre en la tierra. Y en su caso, aunque abusó de ella dada para satisfacer sus gustos personales, nadie fue más feliz que él cuando reconoció lo que hace la sabiduría al momento de tomar buenas decisiones.
Eta fue la razón por la que él dijo que “la sabiduría del hombre ilumina su rostro…”. Un rostro iluminado generalmente habla de favor. En la bendición sacerdotal que Moisés escribió, dijo: “Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz” (Números 6:25, 26). Cuando vivimos en la sabiduría de lo alto, como decía Santiago, el resultado será el gozo del corazón cuyo reflejo será visto en nuestro rostro.
Por supuesto que esta sabiduría que ilumina nuestro rostro no puede ser comparada con la sabiduría del mundo que es vacía, que no trae sino “mucha pesadumbre” de acuerdo con (1:18). Con esto afirmamos entonces que la verdadera sabiduría es un tesoro infinito, y que ella solo la adquirimos por medio del estudio serio y disciplinado de la Palabra de Dios. Quien esto hace “la tosquedad de su semblante se mudará”. Haga que la sabiduría le guíe a esa vida de felicidad.
Viva con un rostro iluminado como resultado de aplicar la sabiduría en todo lo que emprenda.
Desde lo más profundo del corazón del pastor