Devocionales del libro de Eclesiastés 9

Devocional # 9

Una de las cosas que es tan notoria en estos primeros capítulos de Eclesiastés, es la manera cómo Salomón habla de si mismo para mostrarnos al final lo que no debemos imitar. Nos habla tanto de la “vana gloria” de su corazón que no deseamos hacer nada de lo que hizo, por lo menos en lo que nos revela en este libro. Salomón no pudo decir al final de su vida sed imitadores de mí como si lo dijo Pablo. Sigamos viendo cómo continúo viviendo y la conclusión a la que llegará. 

“Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio, me sucederá también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad.  Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio”. (Eclesiastés 2:15-16)

La filosofía que Salomón tenía por la vida pareciera fatalista, pesimista y sin otra esperanza. En lo que respecta al final de sus tiempos, que incluía su muerte, él no vio ninguna diferencia entre el sabio y el necio. Esto pareciera ser su conclusión cuando dice: “Como sucederá al necio, me sucederá también a mí”. Pero si la muerte es el fin de todo, entonces esta vida ha sido robada de todo significado verdadero. El asunto es que todos los valores relativos de la vida terrenal parecen más o menos iguales si todas ellas terminan en el sepulcro. 

Si todo termina con la muerte, la pregunta de Salomón “¿para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio?, la respuesta sería ¡para nada! En efecto, todo eso seria vanidad. Sin con la muerte se acaba todo aun lo bueno y grandes logros en este mundo son simplemente temporales, y, por lo tanto, su final es sin sentido. 

Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre…”. Lo que acá seguimos viendo es que la mente Salomón se rebela contra esta nivelación de todos los valores que más aprecian los hombres. De manera que no importa qué tan sabio sea uno o no; cuánto sea lo que puedan o no lograr; qué tanto placer podamos o no tener, porque un mismo suceso acontecerá al uno como al otro: todos mueren. Era obvio que por cuanto en la premisa de Salomón la eternidad ni Dios no importaban, esta sería la conclusión posible. ¿Pero será esta vida sin esperanza alguna? 

Es cierto que desde el punto de vista terrenal para “… los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio”, siendo esto, al parecer, la perspectiva de las cosas “debajo del sol”. Sin embargo, el creyente sabe que existe un Dios misericordioso que nunca olvida a los suyos, porque “en memoria eterna será el justo” (Salmo 112:6).

Seguramente los que morimos con el pasar del tiempo nuestra memoria será puesta en el olvido, ya no se hablará mucho de nosotros, pero esa memoria estará muy viva allá en los cielos.

Así que, frente a la filosofía pesimista de la vida, nuestra conclusión es: “Sea que vivamos o que muramos, somos del Señor”. Nuestra salvación en Cristo hace la diferencia para lo que vivimos. 

 Desde lo más profundo del corazón del pastor