El Fruto de la Prueba es la Paciencia

“… sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Santiago 1:3) 

El verbo “sabiendo” acá significa: “descubridlo por vosotros mismos”. Cuando se conjuga este verbo, nos lleva a algo así como, descubrirlo continuamente. La idea sería tener presente la llegada de la prueba, porque ella nos llevaría a la paciencia.

De esta manera, si nuestra fe es probada, la paciencia será fortalecida. Nuestro Señor Jesucristo había dicho previamente: “Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas” (Lucas 21:19).

El comentarista Tasker, preguntando acerca de por qué debemos seguir tratando con las pruebas, ha dicho: “Para que los cristianos sean perfectos y cabales, avanzando hacia la completa y totalmente equilibrada vida de santidad.” (A. F. Harper, «La Epístola General de Santiago», en Comentario Bíblico Beacon: Hebreos hasta Apocalipsis (Tomo 10) (Lenexa, KS: Casa Nazarena de Publicaciones, 2010), 199). 

Las pruebas académicas son dadas principalmente para saber nuestro conocimiento respecto a un tema ya estudiado. En el campo espiritual, el creyente tiene en la fe una asignación que debe ser probada.

Ese examen no es opcional, el creyente es llamado a enfrentarlo, porque de esa prueba, se sabrá si su fe es más preciosa que el oro. 

De acuerdo con este texto, las pruebas para el creyente son necesarias. Su misión es pedagógica y correctiva. Por medio de ellas crecemos espiritualmente, porque si a través de ellas logramos desarrollar nuestro carácter, quedaremos en capacidad de enfrentar cualquier otro desafío de la vida, especialmente aquellos cuyo fin es derrumbarnos.  

¿Cómo llegamos a tener paciencia? Santiago responde: cuando nuestra fe es probada.

Todos coincidimos en señalar a la paciencia como la virtud más deseada en la vida. Con ella logramos lo que nos proponemos.  El agricultor para esperar el fruto de su siembra necesita paciencia.

El atleta para lograr su triunfo necesita primero entrenarse con paciencia y perseverancia. Se le debe a Pablo Neruda, el poeta chileno, la frase: “Sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres”. Con la prueba de la paciencia no habrá una meta sin conquistar. 

Entonces, ¿cómo llegamos a tener paciencia? Santiago responde: cuando nuestra fe es probada.

El patriarca Abraham tuvo que esperar veinticinco años para recibir la promesa del nacimiento de Isaac. (Génesis 12:3; 15:2,3; 17:1; 21:5). Jacob antes de convertirse en Israel tuvo que pasar por un largo proceso de prueba hasta ser transformado en su carácter.

Moisés pasó cuarenta años en el desierto, para llegar a ser el hombre a quien Dios llamó para sacar a Israel de Egipto. La paciencia nos conduce a una vida plena de madurez.

No rehúya la prueba si esta tiene como propósito, llevarlo a desarrollar su paciencia. 

Desde lo más profundo del corazón de su pastor.