El origen de las tentaciones

“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.  Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:13-15).

 Santiago da por sentado la llegada de la tentación. Ella no es una opción en nuestras vidas. Tampoco es selectiva, en el sentido que algunos son tentados y otros no.  La Nueva Traducción Viviente dice: “Cuando sean tentados…”.

¿Qué es lo que debemos saber al ser tentados?  Que la tentación no proviene de Dios. Por cuanto Dios es perfecto, Él no tiene contacto con el mal. El mal no tiene poder para despertar en Dios la tentación. 

Dios no puede ser tentado…”. Si bien Santiago no está interesado en hablarnos del origen del mal, él nos deja una declaración del carácter santo y perfecto de Dios, quien está exento de toda maldad. Él creo todas las cosas, pero no creo el mal.

¿Qué es lo que debemos saber al ser tentados?  Que la tentación no proviene de Dios.

El origen del mal comenzó en Satanás, de allí viene su bien merecido nombre de tentador. En su santidad Dios es totalmente ajeno al mal. Si bien el mal comenzó en el cielo, por aquel querubín cuando quiso ser igual a Dios (Isaías 14:12-15), de allí fue arrojado. El mal no está en su presencia. “Ni él tienta a nadie”. Por cuanto la naturaleza de Dios es santa, él no puede tentar a nadie.

Dios podrá permitir una prueba, más no una tentación. Es cierto que la prueba y la tentación parecieran ser sinónimos, pero la tentación tiene siempre el elemento de la caída, cuando hablamos de la prueba, la cual Dios puede permitir, su misión será siempre sacar lo mejor de nosotros.

Considere el caso de Abraham (Génesis 22:1), el de Job (Job 1-2). En ambos casos se ve cómo Dios permitió la prueba en ellos, saliendo ambos en gran victoria. 

Dios podrá permitir una prueba, más no una tentación.

Entonces ¿de dónde viene la tentación? “Cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido…”. La tentación tiene dos proveedores: el mundo y Satanás. Pero el instrumento a través del cual ella opera somos nosotros mismos.

Santiago no ahorra palabras para decirnos que la tentación encuentra en nuestra naturaleza irredenta la “concupiscencia”; esto es, nuestros propios deseos, los cuales nos seducen y nos arrastran, siendo víctimas de aquellas ofertas “gratificadoras” cuya concepción es el pecado, y el pecado trae la muerte.

“Lo que brota de una concupiscencia corrupta es el pecado. Lo que brota del pecado es la muerte. La progresión a la muerte es un resultado inevitable, el cual Satanás siempre intenta esconder de nosotros, pero del que nunca debemos de ser engañados” (Comentario de Enduring Word, Carta de Santiago).

La tentación por parte de Satanás tiene la misión de destruirnos, resistámosla como lo hizo Cristo, y al final seremos asistidos por el mismo Dios que le dio a su Hijo la victoria. 

Desde lo más profundo del corazón de su pastor.