Esdras y sus Acompañantes para el trabajo en el Templo
“Y con él subieron a Jerusalén algunos de los hijos de Israel, y de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros y sirvientes del templo, en el séptimo año del rey Artajerjes. Y llegó a Jerusalén en el mes quinto del año séptimo del rey. Porque el día primero del primer mes fue el principio de la partida de Babilonia, y al primero del mes quinto llegó a Jerusalén, estando con él la buena mano de Dios. Porque Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos” (Esdras 7:7-10).
Después de sesenta años, cuando ya Jerusalén había sido repoblada con la llegada de los primeros exiliados, aparece Esdras con un grupo de judíos, la mayoría de ellos comprometidos con el oficio del templo, pues regresaron “sacerdotes, levitas, cantores, porteros y sirvientes del templo”.
Con este equipo, Esdras, por ser un sacerdote debidamente preparado, acometerá la gran obra de levantar la Casa del Señor.
La nota “subieron a Jerusalén algunos de los hijos de Israel” revela que no todos regresaron a Jerusalén después del tiempo de los setenta años, profetizados por Daniel y Jeremías, esperándose un retorno masivo.
Pero muchos prefirieron continuar en la tierra de su cautiverio, a pesar del llamado del rey, y el profético, cuando se les decía: ‘¡Oh, oh, salid!’… ‘Libérate, oh Sion, que moras con la hija de Babilonia’ (Zacarías 2:6-7). Esta es la historia de los inmigrantes cuando echan raíces en el extranjero.
Las fechas tan precisas de la llegada de Esdras a Jerusalén ponen de manifiesto el orden cronológico de los hechos de aquel largo recorrido, considerado en unos 1,448 kilómetros, lo cual abarcó unos cuatro meses de viajes.
Pero aquel largo viaje sería el comienzo de una nueva era para el pueblo de Israel después de los años de la cautividad. Los tiempos de Dios siguen su curso, así como su plan eterno. Esa es Su historia para nuestra salvación.
La expresión “la buena mano de Dios” aparece ocho veces en la Biblia, y solo seis de todas ellas, está en el libro de Esdras.
Esto es sumamente significativo porque el autor pone un gran énfasis en esto, pues si bien es cierto que la mano del rey estuvo con Esdras, la mano invisible de Dios movía el curso de los hechos con total libertad y con total prosperidad.
En los versículos previos se describió a Esdras como “escriba diligente en la ley de Moisés” (v. 5); ahora se nos presenta como alguien que “había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos” (v. 10). He aquí un modelo de lo significa vivir la palabra.
El corazón como instrumento debe prepararse primero a través de la investigación de la palabra, luego debe aplicarla y finalmente enseñarla. Si no hacemos esto, la palabra quedará sin frutos.
Quien va a servir en la casa del Señor, debe preparar debidamente su corazón, y no hay una manera mejor de hacerlo como aquello donde nos sumergimos en la palabra de Dios.
Desde lo más profundo del corazón del pastor