La Fiesta de los Tabernaculos

“Celebraron asimismo la fiesta solemne de los tabernáculos, como está escrito, y holocaustos cada día por orden conforme al rito, cada cosa en su día; además de esto, el holocausto continuo, las nuevas lunas, y todas las fiestas solemnes de Jehová, y todo sacrificio espontáneo, toda ofrenda voluntaria a Jehová” (Esdras 3:4-5).

Israel celebraba muchas fiestas sagradas durante el año, siendo la de los tabernáculos una de las tres más importantes. Esta particular fiesta celebraba la fidelidad de Dios hacia Israel durante su viaje por el desierto de Egipto hacia la tierra prometida.

La fiesta consistía en “acampar” en tiendas temporales, y de esta manera recordaban cómo vivieron sus antepasados en el largo recorrido de cuarenta años en su peregrinar por el desierto.

A este respecto, John Brug, comenta: “El día quince del mes comenzaba la fiesta de los tabernáculos, que duraba una semana.

Durante este tiempo la gente vivía en cabañas, para conmemorar los cuarenta años que habían pasado en el desierto. Este día de fiesta también era una festividad de la cosecha del otoño; en esa fiesta se debían ofrecer los sacrificios más elaborados del año”.  (John F. Brug, Esdras, Nehemías, Ester, ed. Roland Cap Ehlke y John C. Jeske, La Biblia Popular (Milwaukee, WI: Editorial Northwestern, 2001), 21).

 No sabemos si Israel celebraba en el cautiverio esta fiesta, sobre todo cuando al leer de sus quejas y sus quebrantos, expresados en llanto, se preguntaban: “¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños?” (Salmo 137:4-6).

Sin embargo, aquí los vemos al regreso después de todo ese tiempo, celebrando con regocijo una de sus identidades nacionales, cuando recordaban la siempre provisión de Dios en sus vidas. 

Moisés escribió en Números 29 todos los reglamentos para los sacrificios del que debería hacerse en esas fiestas. De igual manera en el capitulo 28 se describen los sacrificios regulares de cada día, y los de la luna nueva marcaban el comienzo de cada mes y los de las otras fiestas del año.

La fiesta había que hacerla “como está escrito”, y esto hizo el pueblo judío al regresar a Jerusalén, el lugar más indicado para esta solemne fiesta memorial. 

Una de las cosas vistas en aquellos participantes de esas fiestas, fue su incondicional entrega, sin importar los gastos hechos, sobre todo si se consideraba la falta de recursos por ser ellos un pueblo pobre.

Sin embargo, eso no los impidió traer ofrendas voluntarias al Señor, y esto lo hicieron sin demora, mientras reconstruían el templo.

Mis amados, cualquiera sea la tarea impuesta por nuestro Dios, dependamos de su providencia. Él es “fiel y justo” para proveernos siempre de los recursos necesarios.

Desde lo mas profundo del corazón del pastor.