El gozo de la Reconstrucción

“Y cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas y con trompetas, y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Israel. Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo: Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová porque se echaban los cimientos de la casa de Jehová”
(Esdras 3:10-11).
La escena de este texto no podía ser más memorable. El acontecimiento demandaba la más alegre, solemne y grande celebración. No era poca cosa el comenzar a poner los cimientos para levantar la casa del Señor. Se justificaba esa hermosa organización, esa clase de vestimenta sacerdotal y ese tipo de adoración traída por los sacerdotes.
Y cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos. Este fue el punto de partida para el inicio de esta digna y santa obra. Cada oficio fue puesto en actividad. El trabajo de los albañiles era el primero, porque ellos colocaban las bases sobre el cual seria levantado todo el andamiaje del edificio.
Ellos trajeron, algo así, como la piedra angular que sostendría y uniría el resto de aquella esperada construcción.
Simultáneamente los sacerdotes y levitas hicieron su oficio también. Con la vestimenta adecuada para la ocasión, y con los instrumentos musicales recomendados por David ellos: “cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo: Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel”.
Su canto era para Dios, porque por sus eternas misericordias ellos regresaban después de ese tiempo con este tributo de alabanza.
“Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo. Esta nota es distintiva en este texto. Era una ocasión apropiada y llena de gozo. No podía ser de otra manera. Habían pasado setenta años cuando la gloria de aquella primera casa fue destruida. Desde entonces no había un lugar para los sacrificios y la alabanza.
Era cierto que todavía no estaba el templo, sino su comienzo; no estaba el arca, ni la gloria visible del Señor, pero Dios estaba entronado en las alabanzas de su pueblo y eso pudo ser tan glorioso como cuando se hizo el primer templo.
Mis hermanos, la alabanza siempre será apropiada, pero hay ocasiones como estas cuando ella alcanza el mayor y más grande júbilo. La puesta en marcha de los cimientos por los albañiles despertó un espíritu de la alabanza jubilosa.
Y al recordar el amor incesante y fiel de Dios, decimos con aquella congregación: “porque él es bueno” y sus misericordias inagotables. Lo que hizo en el pasado lo seguirá haciendo en el presente.
Las infinitas misericordias de Dios es una poderosa razón para bendecir su nombre.
Desde lo mas profundo del corazón del pastor.