La Carta a Artajerjes (Tercera Parte)

“Y por mí, Artajerjes rey, es dada orden a todos los tesoreros que están al otro lado del río, que todo lo que os pida el sacerdote Esdras, escriba de la ley del Dios del cielo, se le conceda prontamente, hasta cien talentos de plata, cien coros de trigo, cien batos de vino, y cien batos de aceite; y sal sin medida. Todo lo que es mandado por el Dios del cielo, sea hecho prontamente para la casa del Dios del cielo; pues, ¿por qué habría de ser su ira contra el reino del rey y de sus hijos?  Y a vosotros os hacemos saber que a todos los sacerdotes y levitas, cantores, porteros, sirvientes del templo y ministros de la casa de Dios, ninguno podrá imponerles tributo, contribución ni renta” (Esdras 7:21-24).

La extensa carta escrita por Artajerjes al sacerdote Esdras para el levantamiento de la casa del gran Dios no podía ser más detalla. A parte de todo el dinero dispuesto por el rey y sus cercanos consejeros, ahora se añade esta especificación de concederle a Esdras permiso para recibir dinero de los tesoros de los sátrapas locales en la región de Palestina. Con esto el rey se estaba asegurando que nada faltara para tan digna y grandiosa obra. 

Otra vez, el lector puede ver cómo se sigue resaltando las cualidades de Esdras al hablar de él como “escriba de la ley del Dios del cielo”.

Con esto se afirma el testimonio y el carácter de aquel hombre de la ley, cuyo impacto de vida no solo fue visto entre su gente, sino por un rey pagano para confiarle a él semejante responsabilidad en el manejo y en la administración de tanto dinero. Su rectitud de vida generó semejante confianza. 

La cantidad de dinero, así como otros bienes necesarios demandados por el rey estaban especificados de esta manera “hasta cien talentos de plata, cien coros de trigo, cien batos de vino, y cien batos de aceite; y sal sin medida”.

La Nueva Traducción Viviente especifica estas cantidades de la siguiente manera: “Le darán hasta tres mil cuatrocientos kilos[j] de plata, quinientas canastas[k] de trigo, dos mil cien litros de vino, dos mil cien litros de aceite de oliva[l] y sal en cantidad ilimitada”. Semejantes recursos aseguran la obra a cometer.

Artajerjes se sigue valiendo del Dios de los judíos y del cielo (aunque él era politeísta) para añadir un dios más a su colección y obtener de él los mejores favores. He aquí otra de sus recomendaciones: “Todo lo que es mandado por el Dios del cielo, sea hecho prontamente para la casa del Dios del cielo”.

No sabemos de las intenciones de aquel rey pagano, pero Artajerjes se aseguró de hacer bien las cosas para ganar el favor de ese nuevo Dios a quien reconoce como “Dios del cielo”, y todo debería hacerse “prontamente”. 

¿Por qué habría de ser su ira contra el reino del rey y de sus hijos?”. De una cosa estamos seguro con la actitud de este rey, como si fuera un creyente genuino en el Dios de los cielos. El rey se aseguró de la benevolencia, y protección de este nuevo Dios de quien ha visto alguna diferencia con los dioses adorados en su reino.

Él no desea que la ira de Dios sea sobre su reino y sus hijos, sino más bien tener una paz y seguridad duradera.

 “Ninguno podrá imponerles tributo, contribución ni renta”. “Artajerjes dio su real sanción al establecimiento de la ley divina, la que eximía a los sacerdotes y levitas de los impuestos y tributos, y confirmaba para ellos el derecho exclusivo de oficiar en los servicios sagrados del santuario” (Roberto Jamieson, A. R. Fausset, y David Brown, Comentario exegético y explicativo de la Biblia – tomo 1: El Antiguo Testamento  El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 2003), 368.

La soberanía de Dios significa que él usa a quien quiera, donde quiera y cómo quiera. Al final, todos los hombres y toda su creación son usados para lograr sus fines y propósitos. 

Desde lo más profundo del corazón del pastor.