La debilidad de caracter conlleva a la inconstancia

“El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1:8).

Santiago sigue en este texto, el mismo tema respecto al hombre lleno de dudas, cuando está pidiendo y esperando del Señor. Quien así actúa, tiene una lealtad dividida entre Dios y el mundo; siendo al final inestable en todo lo que hace.

Hay momentos en su vida cuando se dispone a ser fiel a Dios, pero pronto rompe la promesa para ser fiel a su hábito. Esta persona no es constante en su camino; al final tampoco es confiable ante los demás.

Santiago llama a esa persona que duda “ese hombre”. En estas palabras hay un dejo de desaire, y la razón es, porque la persona duda de la veracidad del poder de Dios y de sus promesas.

Por un lado, le pide sabiduría a Dios, pero al mismo tiempo duda que Dios se la de. En un momento ora, pero termina ignorando a Dios. Es de esperarse que una oración como esta, no se sustenta en la verdadera fe. Hay una inconsistencia en ella.

Pero ¿por qué actúa así esta persona? Por una falta de firmeza en su carácter, por cuanto no ha sido transformado en su entendimiento. Hay mucho del viejo hombre en su vida, y esto lo hace inseguro “en todos sus caminos”.

Por esto se entiende, en todo el ámbito de su vida: familia, trabajo, iglesia, finanzas… Quien así obra, no puede esperar ser bendecido por Dios. Esa debilidad suele verse a menudo en los creyentes dominados por la carne. 

El hombre de doble ánimo fracasa constantemente. Bien pudiera emprender algo con mucho entusiasmo, sea un trabajo, estudios o su parte sentimental; pero pronto desiste en lo que ha emprendido, porque no se siente capaz de terminar.

Alguien ha definido al hombre de doble ánimo como un “esquizofrénico espiritual”, muy inestable; teniendo como resultado una falta de respuesta de Dios, debido a esta esta condición.  

Pero ¿por qué actúa así esta persona? Por una falta de firmeza en su carácter, por cuanto no ha sido transformado en su entendimiento

 En el alma de cada creyente hay un gran deseo de vivir plenamente para Dios. Esto vino como resultado de nuestro fe cuando nos convertimos. En ese momento sentimos una gran pasión por hacer las cosas que agradaban al Señor, pero la falta de constancia nos llevó a esa vida de doble ánimo, de la que debemos regresar.

No es esta la vida la deseada del Señor para nosotros. En este sentido, no debemos  tener una mente dividida, porque el creyente posee la mente de Cristo. Cambiemos la inconsistencia por la firmeza de Cristo.

 Cuando nuestro ánimo es uno sólo, nuestros caminos  también serán  uno sólo. 

Desde lo más profundo del corazón de su pastor.