La fé sin obras está muerta. Pt 2

“Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan” (Santiago 2:18-19).

Santiago le dedica una larga explicación al tema de la fe sin obras para asegurarle a sus lectores la importancia de los frutos de una fe salvadora, porque una fe viva no puede estar divorciada de las obras.

Hay aquí un caso imaginario cuando se habla de “alguno”. A esa persona sin nombre, Santiago la pone en la posición de contraste, una tendiendo solo fe, mientras que la otra sola tiene obras. El desafío acá es para ver dónde está la eficacia. 

“Una fe viva no puede estar divorciada de las obras.”

¿Qué dice este “alguno”? “Tu tienes fe, yo tengo obras”. La posición de Santiago es para contrarrestar aquella posición excluyente y privada de la religión, siguiendo con el tema de la discriminación. Su argumento es: No puede tener fe quien no tiene obras.

Pero a su vez, este mismo argumento contrarresta la posición de aquellos que dicen tener verdaderas obras si no tienen fe. La fe y las obras son un binomio, no pueden estar separadas. Para ambos casos: No existe el don de fe sin las obras y el don de las obras si no tiene también la fe.

Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”. Este argumento de Santiago, un tanto mordaz y directo, es presentado para refutar el argumento que la fe y las obras pueden existir independientemente.

La fe es un asunto práctico, porque no hay manera de mostrar la fe sin las obras. ¿Por qué decimos esto? Porque la fe es algo interno, del corazón, invisible. Pero las obras de la fe son hechos visibles y comprobables.

Y para darle sostenimiento al argumento de una fe probada por las obras, Santiago introduce esta nueva oración: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”. Santiago tumba el argumento de una “fe muerta” hablando de la fe de los demonios. Sí, ellos “creen, y tiemblan”, porque si alguien sabe de la existencia de Dios son ellos. Pero esa “fe” no hace nada por ellos, por cuando no es una fe real, ni tampoco pueden producir obras. La fe de los demonios está muerta. No es suficiente creer. 

La fe argumentada por Santiago no es ciega; ciertamente ella parte del conocimiento de palabra, pero debe ser proyectada en acciones a favor de los desvalidos y oprimidos.

Esa fe tiene la aprobación divina. No solo es una fe salvadora, sino una fe demostrada con actos. 

El Señor nos libre de una fe muerta. Vivamos con una fe viva encarnada en actos de amor. 

Desde lo más profundo del corazón de su pastor.