La lengua: Fuente de dos agua y dos frutos
“De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce” (Santiago 3:10-13).
Santiago finaliza con este texto una larga exposición acerca de mal uso de la lengua. Valiéndose de una variedad de imágenes, al mejor estilo de su Maestro, nos muestra algo así como la dicotomía de la lengua. Ahora nos deja dos ejemplos más para reformar la misma idea de mal uso de la lengua al momento cuando hablamos.
“¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Con esta primera pregunta Santiago pareciera apuntar una imposibilidad final en la contradicción de una lengua no convertida. Imagínese solo por un momento una situación hipotética como esta.
Lo más parecido a esto sería una fuente por donde saliera agua sucia, en lugar de cristalina. Jesús enseñó esto mismo en Mateo 12:34-37. porque las palabras de un hombre revelan su carácter interior. Lo que decimos muestra quienes somos.
“¿Puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos?” es la segunda pregunta de Santiago para enfatizar la misma verdad, pero bajo la perspectiva de los frutos que producimos. Jesús también afirmó que el hombre es conocido por sus frutos. No se puede esperar uvas de los espinos o higos de los abrojos (Lucas 6:43-44).
la misma manera, de una misma lengua no pueden venir frutos distintos. No pueden salir de la misma persona dos cosas totalmente opuestas, dos frutos distintos a la vez.
Sobre esta clase de hombre, Spurgeon dijo: “A menos que seáis regenerados, nacidos de lo alto a través de un nacimiento nuevo y celestial, no sois cristianos, sea cual sea vuestro nombre, y no podéis producir el fruto que es aceptable para Dios, así como una higuera no puede producir bayas de olivo”.
“Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce”. La visión final de Santiago es mostrarnos que, si la naturaleza es incapaz de ir en contra de sus propias funciones, ¿no debiera la lengua del hombre alabar el nombre de aquel que es creador y redentor del hombre? ¿No debiera el hombre usar su lengua solo como una fuente de bendición?
De la abundancia del corazón habla la boca. Que nuestra lengua hable solo de Su amor.
Desde lo más profundo del corazón de su pastor.