Mirando siempre hacia arriba

Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:2).

Pablo prosigue su argumentación en la vida práctica para sus lectores colosenses. Como quiera que haya sido, estos sensibles hermanos estaban siendo arrastrados por falsas enseñanzas, cuyo único propósito era empañar su mirada de las cosas celestiales, por las terrenales.

Y es que nada afecta más la vida espiritual como cuando perdemos nuestro enfoque en la mirada hacia el cielo. He aquí un imperativo bíblico para regresar nuestra visión a la fuente de nuestra salvación. 

Poned la mira en las cosas de arriba”. Era evidente la amenaza que estaba desviando la mirada de la iglesia por alguna seducción “más atractiva”, suplantando la suficiencia en Cristo.

Enfrentados a una cosmovisión en total competencia con lo recibido, con los ingredientes del deísmo, el paganismo y el agnosticismo, los creyentes se encontraron con la tentación de mezclar el evangelio con otras filosofías en lugar de lidiar con aquello que estaba desviando su mirada. 

La fuente de nuestras victorias espirituales no proviene de abajo, de la tierra, sino de arriba. Las mentes cristianas enfocadas en los bienes del cielo son las mentes triunfadoras.

Muéstreme a un creyente con una continua mirada al cielo, de donde proviene su alimento y fortaleza, y yo le mostraré a una persona vigoroso, cuya fe se agiganta en medio de las pruebas que son propias en la tierra. Los seres creados para mirar hacia arriba somos los hombres, porque allí está el Creador.

No todas las cosas terrenales son malas, pero el pecado ha pervertido muchas de ellas. Por supuesto que hay muchas cosas terrenales donde nuestra mirada debiera recrearse, sobre todo en aquellas donde vemos las huellas del que “todo lo hizo hermoso en su tiempo”.

La hermosura de la creación debiera llevarnos a mirar con admiración la acuarela de Aquel cuyo pincel le puso los colores a la naturaleza para que, al contemplarla, tengamos sobradas razones para nuestra alabanza.

“Poned la mirada…no en las de la tierra”.  La Biblia nos dice que el corazón del hombre natural, aquel cuyos pensamientos no han sido transformados, no se preocupe por las cosas celestiales, porque actuará siempre con un propósito distinto al espiritual, y diferente a los términos eternos y lo invisible.

Pero para aquel cuya vida está completa en Cristo, su mirada será siempre celestial.

Alcemos nuestra mirada hacia arriba, de allí viene nuestro socorro y nuestras bendiciones.