La naturaleza de la Lengua
“Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!” (Santiago 3:1-5).
Con su habitual manera de dirigirse a sus lectores: “Hermanos míos”, Santiago les habla a un grupo de hermanos, siendo maestros algunos de ellos, respecto a su responsabilidad al momento de sus enseñanzas.
Sus palabras iniciales están llenas de advertencia, porque ellos como maestros al fin, podían recibir mayor condenación si al momento de hablar (considérese el tema de la lengua), lo hacen desmedidamente.
Santiago, con ese estilo directo, algunas veces punzantes y agudo, aborda el tema de la lengua, seguramente para corregir algún asunto surgido.
El mal uso de ese miembro pequeño llamado lengua, al parecer venía de algunos de los maestros de la congregación, quienes deberían ser ejemplos al momento de hablar. Por la manera cómo Santiago habla, las consecuencias de una “lengua deslenguada” simplemente son impredecible.
La ofensa generada en el mal uso de la lengua es el punto de partida de Santiago. Él se incluye en este mal del cuerpo, diciendo: “Porque todos ofendemos muchas veces”. Sí, todos al momento de hablar podemos ofender y causar mucho daño.
Ya el sabio nos había advertido respecto a este asunto del hablar: “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos” (Proverbios 18:21).
“No ofender en palabra” de acuerdo con la visión de Santiago, es llegar a ser “varón perfecto”. Quien esto hace muestra un alto nivel de madurez espiritual. Y esto era especialmente relevante para los maestros, por cuanto tienen muchas más oportunidades de pecar al momento de usar su lengua.
Ofendemos en palabra con respecto a nosotros mismos, con nuestra jactancia, con nuestra exageración, con nuestras críticas, chismes, y hasta calumnias, de las cuales ni nos damos cuenta al momento de hablar.
Santiago usa dos ejemplos cotidianos para hablar del control que sí es posible a la hora de hablar y no ofender: el freno puesto a los caballos y el timón para dirigir el barco. Esta comparación es elocuente.
Si en efecto el freno y el timón pueden detener y conducir estas dos fuerzas aquí representadas, con cuánta más razón el hombre debiera controlar la lengua, ese “miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas.
¿Por qué debemos controlar la lengua? Porque siendo un órgano pequeño es capaz de encender un gran bosque. Una lengua descontrolada hiere las relaciones, daña una reputación, mata la confianza y deja huellas difíciles de borrar.
Quien menos habla, menos peca. Evitemos males mayores controlando nuestra lengua.
Desde lo más profundo del corazón de su pastor.