Oir para saber qué hablar

“Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1:19-20)
Santiago nos presenta en este texto las dos cosas más difíciles al momento de hablar: una es estar atento al oír, y la otra es saber cuándo debemos callar. Por lo general hacemos todo lo contrario.
No somos dados a escuchar primero, sino a interrumpir mientras el otro habla. Cuando somos pronto para oír, y tardos para hablar, le damos más importancia a los demás, demostrando con esto nuestra gentiliza, la que debe ser “conocida delante de los hombres”.
Si bien Santiago pudiera tener en mente a los “muchos maestros” (3:1), al cual se referirá cuando toque el tema de la lengua, al hablar del hombre presto para oír, y tardo para hablar, es una manera de confrontarnos con ese mal de nuestra naturaleza caída, pero también de un gran falta de dominio propio, una de las bellas virtudes del fruto del Espíritu.
Hemos dicho anteriormente que Santiago emula a su Maestro, su Señor Jesucristo, en todo su escrito.
Uno de los pasajes más oído por Santiago seguramente fue el Sermón del Monte de Mateo 5 y 6 cuando hace referencia a la justicia y al dominio propio; y entre esas frases recordadas está aquella cuando Jesús decía: “El que tiene oído para oír, que oiga” (Mateo 13:9). Y es exactamente su recomendación para sus lectores en este texto.
“¿Pero no nos ha enseñado la naturaleza lo mismo que el apóstol aquí, dándonos dos oídos, que están abiertos, y una lengua, encerrada tras los dientes y los labios?”. (Trapp)
¿Qué sucede cuando el hombre no oye primero, sino que reacciona anticipadamente? Santiago nos habla de este mal comportamiento, diciendo: “porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”.
Cuando somos pronto en hablar, seremos pronto en airarnos. La recomendación de Santiago es la de manejar el dominio propio en nuestro carácter, porque somos tan propenso en enojarnos. Y cuando eso sucede, debemos estar consciente al reaccionar con ira, porque allí “no obra la justicia de Dios”.
Cuando oímos con atención, hablaremos con sabiduría; y esto nos evitará muchos males.
Desde lo más profundo del corazón de su pastor.