El Pecado de la Acepción de Personas
“Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores” (Santiago 2:8-9).
Santiago sigue con el tema del inicio de este capítulo dos: la parcialidad de algunos hermanos entre los ricos y los pobres. Para darle más relevancia a esto, y con el deseo de erradicar ese pecado en el cual algunos andaban, ahora apela a una de las grandes demandas de la ley antigua: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Para Santiago esta era la “ley real”, sin embargo, este mandamiento estaba siendo abiertamente quebrantado.
Para un ideólogo comunista, Santiago sería un luchador social, una especie de “revolucionario” de su época. Por supuesto esto sería una sola cara del mensaje que Santiago está presentando.
Pero su postura no es una defensa de las clases sociales, sino la preservación de la unidad de la iglesia, frente a ese favoritismo del cual todavía ella podía estar sufriendo. Santiago habla como un auténtico pastor preocupado por sus ovejas. Él ha visto como la parcialidad era parte un pecado que los hacía transgresores de la ley.
La adulación y el favoritismo fue un pecado ayer y lo sigue siendo hoy. Cuando una congregación colma de atención más a los ricos, y trata al pobre con desdén, comete el mismo pecado de discriminación, quedando “convictos por la ley como transgresores”.
La tendencia del mundo es ser bueno con los que son buenos, especialmente con los que hacen cosas por usted, y quitarse de encima a la gente necesitada de ayuda, sin hacerle caso.
La adulación y el favoritismo fue un pecado ayer y lo sigue siendo hoy.
Cuando uno lee a Santiago no deja de preguntarse qué ha pasado con la iglesia cristiana de del siglo 21; por qué este pecado sigue existiendo con estas distinciones y contribuyendo a las llamadas injusticias entre los mismos hermanos.
Somos llamados, con la misma pasión y amor de Santiago para denunciar este tipo de pecado en iglesias, cuya finalidad es mantener su edificio y el presupuesto, en lugar de la misericordia y la bondad del Señor.
Mis amados, las iglesias de hoy no escapan a esta vulnerabilidad de este particular pecado de favoritismo. La constate necesidad de dinero las puede llevar a ser iglesias de clases con una atención extra para aquellos con mayor influencia económica. De hecho, esto también puede verse cuando distinguimos a los “profesionales” con los demás hermanos.
El Señor nos libre del pecado de la parcialidad. Que tengamos un corazón para todos.
Desde lo más profundo del corazón de su pastor.