Falta de Sabiduria: Donde obtenerla

“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5).
Si bien la paciencia debe hacer su trabajo completo en nosotros, hasta llegar a ser maduros en esa fe que ha sido probada, la sabiduría es necesaria para saber cómo lidiar con cada situación cotidiana, cuyo fin es robarnos la paz y la felicidad lograda después de la prueba.
Es aquí donde Santiago nos sigue animando para adquirir sabiduría, porque es a través de ella que logramos el discernimiento para la toma de decisiones y no siempre la tenemos.
Pero la sabiduría deseada no es cualquiera, especialmente si la buscamos en el conocimiento humano, sino la sabiduría de Dios. Esa no nace sola, debemos pedirla. He aquí un asunto que debe ser incluido en nuestras oraciones.
Por lo general le pedimos muchas cosas al Señor, pero olvidamos pedirle sabiduría para saber cómo actuar al momento de recibir su respuesta. No vayamos a los libros a buscarla, Dios la tiene.
“Los hombres realmente sabios no son los que leen mucho, sino los que oran mucho”
La frase Si a alguno de vosotros le falta sabiduría en el griego es una condición que admite la realidad de la premisa. Con esta afirmación aparentemente condicional, Santiago nos dice que, a todos, indudablemente, nos hace falta sabiduría. Esto se comprueba por la misma declaración que Dios “da a todos”, y lo hace en abundancia.
Más adelante Santiago tratará otra vez este tema, y allí nos dirá que hay una sabiduría terrenal, animal y diabólica (3:15), pero también hay otra, la que viene de lo alto (3:17). Esa es pura, pacifica, amable.
Santiago nos dice, que la sabiduría que proviene de Dios primero es para todos. Nadie está excluido de obtenerla, porque Dios no hace acepción de personas.
Hay tres bendiciones más de esa sabiduría divina: es abundante, es dada sin reproche y además es segura. Otra versión dice: “…pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie” (NTV).
El presente texto debe llevarnos a Dios con tal confianza, porque su generosidad es tan grande, que Él nunca nos reprocha o está resentido al momento de pedirle sabiduría. Esto más bien debe de animarnos a pedirle más seguido.
El Dios al cual pedimos esto, tiene siempre la mano abierta y jamás cierra su puño. No dude en hacerle esta petición diaria.
Los hombres realmente sabios no son los que leen mucho, sino los que oran mucho, pues es en la oración donde descubrimos que no sabemos nada, y eso nos anima a pedirle a Dios.
Desde lo más profundo del corazón de su pastor.