La Otra Carta
“En tal fecha escribieron Rehum canciller y Simsai secretario, y los demás compañeros suyos los jueces, gobernadores y oficiales, y los de Persia, de Erec, de Babilonia, de Susa, esto es, los elamitas, y los demás pueblos que el grande y glorioso Asnapar transportó e hizo habitar en las ciudades de Samaria y las demás provincias del otro lado del río.
Y esta es la copia de la carta que enviaron: Al rey Artajerjes: Tus siervos del otro lado del río te saludan. Sea notorio al rey, que los judíos que subieron de ti a nosotros vinieron a Jerusalén; y edifican la ciudad rebelde y mala, y levantan los muros y reparan los fundamentos.
Ahora sea notorio al rey, que si aquella ciudad fuere reedificada, y los muros fueren levantados, no pagarán tributo, impuesto y rentas, y el erario de los reyes será menoscabado. Siendo que nos mantienen del palacio, no nos es justo ver el menosprecio del rey, por lo cual hemos enviado a hacerlo saber al rey, para que se busque en el libro de las memorias de tus padres.
Hallarás en el libro de las memorias, y sabrás que esta ciudad es ciudad rebelde, y perjudicial a los reyes y a las provincias, y que de tiempo antiguo forman en medio de ella rebeliones, por lo que esta ciudad fue destruida. Hacemos saber al rey que si esta ciudad fuere reedificada, y levantados sus muros, la región de más allá del río no será tuya” (Esdras 4:9-16).
La hostilidad desataca en contra de la reconstrucción del templo, y la ciudad, por parte de los exiliados, se sigue viendo a través del uso de las cartas escritas por el canciller Rehum y el secretario Simsai, así como el resto jueces, gobernadores y oficiales de las regiones de Persia y Babilonia. El propósito de esta carta será detener la obra comenzada.
El contenido de la carta dirigida al rey Artajerjes tenía unas aseveraciones que iban desde descalificar a la ciudad como mala y sediciosa, hasta incumplidora de sus compromisos con la paga de los impuestos.
El despropósito de aquella carta no podía ser más descarado. Los enemigos se asociaron en una especie de conjura para que por ningún motivo aquella reedificación lograra su cometido.
He aquí la grave acusación: “Ahora sea notorio al rey, que si aquella ciudad fuere reedificada, y los muros fueren levantados, no pagarán tributo, impuesto y rentas, y el erario de los reyes será menoscabado”.
Si observamos bien el contenido de la carta, ese ataque fue hábil, llena de mentiras y verdades. Jerusalén ciertamente fue un pueblo con un pasado pecaminoso; pero los que regresaron no iban a hacer lo mismo que hicieron sus padres. No había ninguna intención rebelde, sino de esperanza en medio de ellos.
“Hallarás en el libro de las memorias, y sabrás que esta ciudad es ciudad rebelde, y perjudicial a los reyes y a las provincias, y que de tiempo antiguo forman en medio de ella rebeliones, por lo que esta ciudad fue destruida”.
Como hemos dicho, esta carta presentada por los samaritanos fue hecha a base de verdades y mentiras, y aquí, el rey de Persia se enfocó en la verdad de la carta; o sea, el pasado pecaminoso y trágico de Jerusalén.
Aquellos enemigos daban la impresión de estar preocupados por los intereses del rey, pero todo el alboroto de esa carta era por la envidia despertada por el pueblo de Jerusalén.
“Hacemos saber al rey que si esta ciudad fuere reedificada, y levantados sus muros, la región de más allá del río no será tuya”. He aquí una adulación extrema.
Cuando los enemigos de la obra del Señor se unen, no solo inventan todo tipo de mentiras, sino que buscan el favor de los gobernantes, como si fueran fieles a ellos, con el único propósito de lograr sus malvados planes. Aquella carta estaba llena de un “veneno descalificador”.
Mis hermanos, este patrón es similar en todo tiempo de parte nuestros adversarios. Satanás y sus ángeles, los enemigos de nuestra alma, a menudo nos atacan con una combinación de mentiras y verdades (Apocalipsis 12:10).
Ellos nos hablan y nos recuerdan los pecados cometidos, pero mienten al desconocer el trabajo grandioso hecho por nuestro Señor Jesús.
Las mentiras de los enemigos de la obra del Señor quedan expuestas ante el testimonio de la verdad. Las acusaciones de Satanás nunca prosperarán porque es el padre de la mentira.
Desde lo más profundo del corazón del pastor.