Que nuestro si, sea si, y nuestro no, sea no

“Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación” (Santiago 5:12).
“No juréis, ni por el cielo, ni por la tierra”. ¿A qué juramento se refiere Santiago? En la Biblia hay muchos casos donde los hombres y el mismo Dios jura. Los judíos de los tiempos de Santiago habían caído en la práctica de distinguir entre “juramentos obligatorios” y “juramentos no obligatorios”.
Aquellos juramentos donde no aparecía el nombre de Dios se podían considerar como no obligatorios. Pero la recomendación de Santiago es a cuidarse de falsos juramentos; los tales son condenables.
Nuestro carácter nos debe dar una grandeza de ánimo para esperar en Dios, sin necesidad de recaer en juramentos,
Ahora bien, el jurar en sí no es malo, porque el propio Dios lo aprueba (cf. Hebreos 6:13–20). Otra palabra para esto es “prometer”. Cuando Dios jura o promete, con toda seguridad él cumplirá lo que ha prometido.
El problema somos los seres humanos, porque no controlamos nuestras circunstancias externas, ni nuestras intenciones, y al hacer juramentos no siempre los cumplimos.
Si seguimos a Santiago en su contexto, cuando habla de la paciencia, notaremos que lo contrario a ella es la impaciencia. Cuando la paciencia no está presente en la vida, nos desesperamos, juramos, y algunos hasta maldicen.
Pero el cristiano genuino no cae en tal situación donde cayeron los hermanos de aquellos tiempos. Nuestro carácter nos debe dar una grandeza de ánimo para esperar en Dios, sin necesidad de recaer en juramentos, porque al hacer eso estamos poniendo en duda la veracidad de su palabra.
¿Cuál es el problema de este tipo de juramento? Que al final el cristiano tiene un espíritu dividido. La recomendación de Santiago es: “sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no”. Ningún cristiano debiera jurar, porque se espera de él una vida íntegra. Los tales viven transparentemente a la vista de los demás, sean creyentes o incrédulos.
Un cristiano, mejor que nadie, debe decir sí cuando siente que sí, y no cuando siente que no. Toda su vida debe ser: sí, si; no, no; y punto. No debe haber estados ambivalentes en él.
¿Por qué un creyente no debiera ceder a tales juramentos? Santiago nos dice: “para que no caigáis en condenación”. El cristiano estará un día en el tribunal de Cristo, para dar cuenta de lo bueno y de lo malo hecho, por tal razón debemos prepararnos para aquel juicio por medio de hablar con integridad.
Que nuestro sí, sea sí, y vuestro no, sea no. Eso habla mucho de un cristiano comprometido con Dios y su verdad.
Si nuestro sí, no es sí, pronto se revelará el tipo de carácter del que estamos hechos.
Desde lo más profundo del corazón de su pastor.