La oración de Esdras (Su profundo quebrantamiento)

“Y se me juntaron todos los que temían las palabras del Dios de Israel, a causa de la prevaricación de los del cautiverio; mas yo estuve muy angustiado hasta la hora del sacrificio de la tarde. Y a la hora del sacrificio de la tarde me levanté de mi aflicción, y habiendo rasgado mi vestido y mi manto, me postré de rodillas, y extendí mis manos a Jehová mi Dios, y dije: Dios mío, confuso y avergonzado estoy para levantar, oh Dios mío, mi rostro a ti, porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestros delitos han crecido hasta el cielo”. (Esdras 9:4-6).
Quien haya escrito el libro de Esdras nos dejó claro, en los primeros capítulos la vida, carácter y profundo apego a la ley de este hombre de Dios, describiéndolo en no pocas veces como un “escriba versado en la ley de Dios”. Y fue por ese conocimiento, y el temor por la palabra, lo que le llevó a su más profundo quebrantamiento, cuando dijo: “… mas yo estuve muy angustiado hasta la hora del sacrificio de la tarde”.
La respuesta típica de la gente piadosa del AT es la mostrada por Esdras en este pasaje. A parte de la acción de arrancar sus pelos, rasgar su ropa, está la angustia del espíritu producida por algo dicho o una noticia como es esta.
Esdras recordó que fueron precisamente los pecados acá mencionados la causa del cautiverio, por lo tanto, ¿podía Dios llevarlos otra vez?
“Y a la hora del sacrificio de la tarde me levanté de mi aflicción…me postré de rodillas, y extendí mis manos a Jehová mi Dios […]”. Esdras nos muestra con su actitud de aflicción, que previo a la oración de confesión, se hacen presentes las lágrimas del quebrantamiento.
Cuán fuerte sería nuestra vida espiritual si antes de comenzar a adorar, pedir o confesar, pasamos tiempos en genuino derramamiento de nuestro espíritu delante de Dios.
El “el sacrificio de la tarde” equivalía a las 3, exactamente la misma hora cuando Jesucristo fue crucificado.
Fue después de ese sacrificio cuando Esdras se puso de rodillas y con sus manos levantas delante de su Dios, como una señal de absoluta humildad y postración delante de la santidad de Dios, y confesó su profunda confusión que no se atrevía a levantar su rostro delante de su Dios, porque su dolor y vergüenza era muy grande.
¿Por qué Esdras había llegado a este estado de conmoción interna? ¿Por qué su dolor en ese momento era tan grande? “porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestros delitos han crecido hasta el cielo”.
Un hombre santo solo es capaz de ver la inmundicia y las consecuencias del pecado sobre una nación. Esdras vio como su pueblo multiplicó sus iniquidades y sus delitos al pasar por alto la seria advertencia de la palabra.
El comentarista Clarke lo expresa así: “Dios había sido tantas veces provocado, y tantas veces lo había perdonado y ellos habían continuado transgrediendo, que él se avergonzaba de volver al trono de la gracia para pedir misericordia en favor de ellos. Este es el sentimiento genuino de todo reincidente que se despierta”.
Si el pecado no produce quebrantamiento en nosotros, es porque el pecado mismo ha traído endurecimiento. Esto es un serio peligro para un alma que ama a Dios.
Desde lo más profundo del corazón del pastor