La oración del justo puede mucho
“¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados” (Santiago 5:13-15).
En estos últimos textos de su carta, Santiago va terminando con una serie de exhortaciones, todas ellas dirigidas a llenar las necesidades entre los hermanos. Su llamado en forma de preguntas abarca situaciones reales.
Por un lado, en la congregación hay afligidos y enfermos, pero también hay hermanos alegres, lo cual es característico de nuestras iglesias.
Vamos a poner la primera y la segunda pregunta de este texto juntas, porque ambas tocan el tema de la oración. Para los que están afligidos y enfermos, nada será más importante como el hacer oración.
Santiago pareciera hablarnos de una debilidad vista en la iglesia como lo es la falta de oración. En lugar de quejarse como algunos estaban haciéndolo en el versículo previo, se les recomienda usar el poder de la oración para levantar al afligido y al enfermo.
La ministración de la oración con aceite al enfermo fue una práctica común de esos tiempos. Los ancianos tenían un ministerio muy definido en esto. La imposición de sus manos, ungiendo al enfermo con aceite, ayudaba ayuda a curar al enfermo.
Lo que Santiago nos deja en estos textos en la gran necesidad de la oración en las iglesias. La iglesia con un ministerio de oración por sus necesitados tiene la segura respuesta del Padre.
Las tres preguntas de Santiago son las grandes necesidades del alma. Para la aflicción y el quebrantamiento, la mejor medicina es la oración. Para la enfermedad del cuerpo, nada será mejor como el buscar la intercesión de la “oración de fe”.
Somos llamados a orar por los enfermos, pero no a declararlos sanos como si eso dependiera de nosotros.
No sabemos cómo Dios proveerá la sanidad, pero el poder de esa oración “levantará al enfermo”. Por otro lado, si la condición de otros es la alegría, el llamado es para mantener un espíritu de alabanza a Dios.
Somos llamados a orar por los enfermos, pero no a declararlos sanos como si eso dependiera de nosotros. Debemos orar por los demás con fe, pero dejando siempre todo ese asunto en manos de Dios. Al hacer esto nos evitamos una mala interpretación de este texto. Oremos por el enfermo, solo Dios sabe si será sanado. Buscamos su voluntad al orar con fe.
La oración y la alabanza son los grandes recursos para una vida cristiana victoriosa.
Desde lo más profundo del corazón de su pastor.