Una Oración no presentada y otra no contestada

“Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.  Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4:2-3).

Santiago sigue hablando del tema de las guerras y los pleitos, así como de las pasiones de la carne.

Ahora nos introduce en dos palabras más: la codicia y la envidia, para añadirlas a una larga lista de aquellas cosas que llegan a ser verdaderos obstáculos para una respuesta las oraciones hechas. Dios no puede obrar en un corazón atestado de estos pecados. 

Con este texto Santiago nos introduce en el tema de la oración, una sin ser presentada, y la otra sin ser respondida. ¿Cuál es la razón? Cuando la oración se hace con un corazón codicioso y envidioso, esa oración no alcanza el cielo.

Pero, por otro lado, cuando en ese mismo corazón hay combates y luchas de la carne, se hace difícil orar por esa condición. 

Dios no puede obrar en un corazón atestado de estos pecados.

He aquí la radiografía de un creyente dominado por la carne y no por el Espíritu. La guerra de su corazón es el fruto de los deseos ilícitos.

La concupiscencia trae consigo el asesinato físico, en los no creyentes, y un asesinado espiritual para los creyentes.

Por otro lado, la codicia resulta en la frustración de no cumplir los caprichos deseados. Bien puede servir un texto como este para pensar por qué mis oraciones no son respondidas. 

Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”. Santiago ha tratado el problema de la falta de oración, ahora trata el problema de la oración egoísta. 

Los hermanos a quien él se dirige, cuando pedían, lo hacían con motivos puramente egoístas. Sobre esto debemos recordar, que el propósito de la oración no es persuadir a  Dios para hacer nuestra voluntad; en todo caso, el propósito  es poner nuestra voluntad con la suya, porque ninguna otra cosa debemos desear más, sino hacer su voluntad. 

Spurgeon dijo sobre esto lo siguiente: “Cuando un hombre ora de forma egoísta, pide a Dios que sea su siervo, y que satisfaga sus deseos; no, peor que eso, quiere que Dios se una a él al servicio de sus lujurias. Satisfará sus deseos, y cree que Dios vendrá y le ayudará a hacerlo. Tal oración es blasfema, pero se hace mucho, y debe ser una de las cosas más provocadoras para Dios que el cielo haya visto jamás”.

Señor enséñanos a orar para pedir correctamente, para no ofender tu santo nombre. 

Desde lo más profundo del corazón de su pastor.