Para lo que Esdras no estaba preparado
“Acabadas estas cosas, los príncipes vinieron a mí, diciendo: El pueblo de Israel y los sacerdotes y levitas no se han separado de los pueblos de las tierras, de los cananeos, heteos, ferezeos, jebuseos, amonitas, moabitas, egipcios y amorreos, y hacen conforme a sus abominaciones.
Porque han tomado de las hijas de ellos para sí y para sus hijos, y el linaje santo ha sido mezclado con los pueblos de las tierras; y la mano de los príncipes y de los gobernadores ha sido la primera en cometer este pecado. Cuando oí esto, rasgué mi vestido y mi manto, y arranqué pelo de mi cabeza y de mi barba, y me senté angustiado en extremo” (Esdras 9:1-3).
El capítulo anterior fue de mucho gozo para el sacerdote Esdras. Había visto como su largo viaje desde Babilonia hasta Jerusalén fue todo un éxito. La mano de Dios les guio en todo. El tesoro traído fue pesado y depositado en la casa del Señor. Todo hasta ahora revestía una gran satisfacción para el hombre llamado por Dios para la gran obra en su Casa.
Por otro lado, el regreso de Esdras a la tierra de sus antepasados tuvo un efecto impactante sobre Israel. Este hombre fue quien trajo una gran reforma en medio de ellos pues ser un escriba versado en la ley de Dios, hizo de ella el instrumento para los grandes cambios que se requerían para el nuevo Israel venido del cautiverio.
Pero pronto el gozo del ungido se tornó en quebranto, y en extrema angustia. Las noticias oídas por las cosas hechas de la gente en cautividad doblegaron el alma noble y santa de este hombre de Dios. La noticia era esta: “El pueblo de Israel y los sacerdotes y levitas no se han separado de los pueblos de las tierras […]”. Esdras no estaba preparado para oír esto.
Este grupo de los príncipes, quienes vinieron a él con esta mala noticia, sugiere a hombres de los que habían regresado anteriormente con Zorobabel y se habían constituido en líderes.
Esta gente después de investigar se dio cuenta de un grave problema. Un pecado condenado por la ley respecto a la alianza de su pueblo con las naciones paganas fue abiertamente quebrantado. Y eso planteaba la urgencia de hacer algo si querían seguir gozando de la comunión de la comunión con el Señor.
En esto consistía la situación anómala en que estaban “han tomado de las hijas de ellos para sí y para sus hijos, y el linaje santo ha sido mezclado con los pueblos de las tierras; y la mano de los príncipes y de los gobernadores ha sido la primera en cometer este pecado”. Este pecado iba más allá de una unión.
Fue casarse con sus dioses, sus negocios y sus practicas paganas. Ciertamente el linaje santo se había mezclado en total corrupción.
La reacción de Esdras era justificada. Rasgar sus vestidos, quitar pelo de su cabeza y de su barba era una señal de profundo duelo, de un quebrantamiento extremo. “Y me senté angustiado en extremo” es una frase que resume todo el estado de conmoción interna del sacerdote.
Solo un hombre con una visión santa como Esdras sabe las consecuencias de desobedecer la palabra de Dios, sobre todo en esto de las alianzas con los impíos.
Si el pecado cometido no nos quebranta y sensibiliza, al final somos cómplices de lo hecho.
Desde lo más profundo del corazón del pastor