Pedir SIN dudar

“Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago 1:6-7).
Santiago como escritor es extraordinario. La manera como le da seguimiento a los temas abordados es digno de nuestra admiración. Si bien pareciera que en cinco versículos ha tratado temas diferentes, todos siguen una relación.
Es como si su libro fuera una cadena con eslabones, arrastrando asuntos del mismo interés de algo que ya ha citado.
Como el tema anterior fue la sabiduría para vivir, ella debe ser pedida con fe, “no dudando nada”. Antes de orar hay que creer, porque “todo lo que no proviene de fe, es pecado” nos dice Pablo (Romanos 14:23). La duda es un asunto serio, y se reconoce en la Biblia como un grave pecado contra el Señor.
¿No fue acaso este el pecado más grande de Israel quienes al ver la manera cómo fueron sacados de Egipto dudaron tantas veces que Dios podía seguirles sosteniendo? La duda aparta la confianza de las promesas divinas.
¿Cuál es el problema de la persona que duda? Según Santiago, es una persona “semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra…”. Cuando oramos nuestro corazón no debe estar divido, eso es la idea de esta ilustración. Es como si en un momento estamos corriendo hacia la orilla de la fe y la esperanza, y en el otro lado alejándonos otra vez al océano de la incredulidad. En la oración no debe haber duplicidad.
“La duda aparta la confianza de las promesas divinas.”
¿Qué le espera a una persona que duda según esta descripción? Nada bueno, porque el tal no recibirá “cosa alguna del Señor”. Por un lado, no tendrá respuesta a la petición que esté haciendo por la sabiduría y de igual manera por cualquier otra petición de su corazón. La duda es una afrenta contra Dios y cierra la puerta al camino de Sus bendiciones.
El énfasis de Santiago al usar este ejemplo es para que afirmemos nuestra fe, hasta desarrollar un carácter firme donde la duda no lo haga trastabillar.
Mis amados, la vida espiritual no debiera tener esa ambivalencia, donde un día creemos y el otro dudamos. Contrario a esto, nada es más agradable a los ojos del Señor que la vida de un creyente determinado, con una fe invariable, constante y siempre listo a pesar de la adversidad.
Si bien la duda puede llevarnos a pecar, venzámosla a través de una fe firme y determinada.
Desde lo más profundo del corazón de su pastor.