El regreso de los Utensilios a su lugar sagrado

“Y el rey Ciro sacó los utensilios de la casa de Jehová, que Nabucodonosor había sacado de Jerusalén, y los había puesto en la casa de sus dioses. Los sacó, pues, Ciro rey de Persia, por mano de Mitrídates tesorero, el cual los dio por cuenta a Sesbasar príncipe de Judá. Y esta es la cuenta de ellos: treinta tazones de oro, mil tazones de plata, veintinueve cuchillos, treinta tazas de oro, otras cuatrocientas diez tazas de plata, y otros mil utensilios. Todos los utensilios de oro y de plata eran cinco mil cuatrocientos. Todos los hizo llevar Sesbasar con los que subieron del cautiverio de Babilonia a Jerusalén” (Esdras 1:7-11).

Dios despertó el espíritu de Ciro, no solo para el regreso de los exiliados a su tierra en Jerusalén, sino también para devolverle a su gente todos los utensilios sagrados, “que Nabucodonosor había sacado de Jerusalén, y los había puesto en la casa de sus dioses”.

Nabucodonosor, no solo había profanado el templo, destruyéndolo, sino llevándose los elementos sagrados y consagrados para el servicio santo al Señor, y poniéndolos en medio de sus ídolos. Devolver todo eso de regreso a Jerusalén, fue una obra digna de este rey. 

Y el rey Ciro sacó los utensilios de la casa de Jehová: La historia del cautiverio, nos recuerda que cuando Jerusalén fue conquistada, los tesoros restantes del templo fueron llevados a Babilonia (2 Crónicas 36:18). Al principio, parecía una tarea imposible volver a tener y usar aquellos utensilios sagrados del templo, pero es aquí donde seguimos viendo la soberanía de Dios.

A través de un rey poderoso (Nabucodonosor), Dios disciplinó a su pueblo, pero a través de otro rey poderoso (Ciro), Dios continuó restaurando a su pueblo. 

Hay algo interesante, en toda esta historia del regreso del cautiverio. Si algo supo Ciro, fue que el Dios de los judíos no estaba representado por una imagen idólatra, tal como estaban representadas las demás divinidades paganas; por lo tanto, él decidió dar un presente especial a los cautivos judíos.

¿Qué hizo? Pues devolverle “por mano de Mitrídates tesorero”, los utensilios sagrados que habían sido guardados en Babilonia, durante no menos de 50 años; es decir, desde la destrucción de Jerusalén en el 586 a. C. (cf. 2 Reyes 25:15; 2 Cr. 36:10, 18; Daniel 1:2). Así es como obra finalmente el Señor en todos sus planes. 

De acuerdo con el versículo 11, Nabucodonosor había sacado del templo de Jerusalén entre 5.000 y 6.000 utensilios de oro y plata. Pero ahora, todo ese tesoro sagrado es regresado al lugar de donde nunca debió salir. Estos fueron entregados a los judíos, a través de “Sesbasar con los que subieron del cautiverio de Babilonia a Jerusalén”.

Algunos sostienen que este Sesbasar fue el mismo Zorobabel, el gobernador usado por Dios para dirigir la gran obra de la reconstrucción. Por cierto, de este Zorobabel hablaremos en un estudio aparte y dedicado solo a él, debido a su eficaz liderazgo en esta magna obra. 

Al final de todo, Dios ha preparado todo y a todos para la edificación de su obra. Nada se escapa a sus planes y designios. No importa cuánto tiempo pasa, Dios está en control de todo, y su obra no se detendrá. Esta es la promesa, con la que contamos también para acometer la tarea se seguir adelante levantando y edificando su única y bendita obra. 

Aunque se haya perdido la esperanza, al final Dios retorna lo que es suyo al lugar correcto.

Desde lo más profundo del corazón, de su pastor