La soberanía de Dios. Usando a quien quiere

“En el primer año de Ciro rey de Persia, para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, despertó Jehová el espíritu de Ciro rey de Persia, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito por todo su reino, diciendo:  Así ha dicho Ciro rey de Persia: Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá” (Esdras 1:1-2).

Este primer texto es muy revelador. Lo expresado “para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías”, nos lleva a una de las profecías más anheladas para los exiliados, como era el regreso de ellos a su patria, de donde fueron expulsados a consecuencia de su desobediencia.

La profecía hablaba de 70 años, viviendo en una tierra ajena a causa del cautiverio (Jeremías 29:10; cf. 25:11–12). Para cumplir ese sueño restaurador del pueblo en cautividad, el Señor despertó “el espíritu de Ciro, rey de Persia”.

Debemos mencionar en honor a la historia misma, que las palabras “despertar el espíritu”, no era un equivalente a una conversión de este rey pagano, sino la palpable demostración de la soberanía de Dios, en usar a quien él considera necesario para lograr sus fines.

En el famoso Cilindro de Ciro (538 a.C.), que registra su conquista de Babilonia, donde habla de su programa de repatriar a sus súbditos, aparece esta escritura: “Que todos los dioses a quienes he reubicado a sus ciudades sagradas le pidan diariamente a Bel y a Nebo larga vida para mí”. No sabemos si se convirtió a Dios, pero si sabemos cómo Dios lo usó.

Cuando Ciro habla: “Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra…” le da cumplimiento también a la profecía de Isaías 44:28-45:4, donde el profeta lo llama “pastor”, porque será un instrumento de Dios para levantar su casa arruinada.

Si bien, este rey fue soberano sobre muchos reinos, el Dios de los cielos, el soberano sobre todos los reyes y reinos permitió a Ciro, ser el artífice de la reconstrucción del templo y el regreso de Judá, de aquel prolongado exilio.

Los planes de Dios al final son soberanamente ejecutados.

“Los corazones de los reyes están en la mano del Señor. Dios gobierna al mundo por su influencia en los espíritus de los hombres; cualesquiera sea el bien que hagan, Dios estimula sus espíritus para hacerlo” (Matthew Henry, Comentario de la Biblia Matthew Henry en un tomo (Miami: Editorial Unilit, 2003), 329.)

Dios es soberano en sus actos, por lo tanto, no está limitado, ni es exclusivo con nadie.

Desde lo más profundo del corazón, de su pastor.