¿Son malas las riquezas?

“¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros” (Santiago 5:1-3).
Santiago fue muy parecido en su estilo de confrontación cuando habló de las injusticia como lo hizo el Señor Jesucristo. No ahorró tinta, ni usó palabras adornadas para no ofender a sus lectores.
Cuanto tuvo que denunciar a los ricos avaros, egoístas y corruptos, usó una variedad de imperativos para desnudar la miseria de sus propias riquezas.
“¡Vamos ahora, ricos!”. Como Santiago ha venido hablando a sus lectores acerca de una necesidad de completa dependencia de Dios, ahora reprende a los ricos, porque en su mayoría vivían independientemente de Dios.
Como su confianza estaban en sus riquezas, Dios no cabía en aquel estilo de vida derrochador y egoísta.
Jesús contó entre sus seguidores con algunos ricos buenos, tales como: Zaqueo, José de Arimatea, Bernabé entre otros, pero eso no le impidió hablar de las riquezas como un obstáculo adicional y significativo para el reino, como fue el caso del joven rico de la historia (Mateo 19:23-24).
Y no es porque las riquezas sean malas en si mismo, sino el amor a ellas, llevando a los hombres al orgullo, lujos, opresión y hasta crueldad.
“Llorad y aullad”. Con el mejor estilo de los profetas del Antiguo Testamento, Santiago les dice a los ricos que lloren al considerar sus destinos, porque en lugar de felicidad, les vendrán miserias.
El porvenir de sus riquezas no tendría las características de la prosperidad, porque sus riquezas se podrirán, comidas por la polilla y enmohecidas.
Santiago nos da una visión dantesca de horror de los que usan sus riquezas para el placer, el derrote, y con una gran falta de filantropía al no considerar al prójimo para ser beneficiado con ellas. Además de testificar de tales riquezas como corrompidas por estar solo guardadas, habla del destino de aquellos que ponen su confianza en ellas.
La misma riqueza, por su mal uso, “testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego”. Los ricos por estar atados a sus codiciosas ganancias, sus riquezas perecen, y ellos perecerán con ellas, carcomidos por un dolor ardiente. Eso es un triste final.
“Haceos tesoros en el cielo”, porque donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.
Desde lo más profundo del corazón de su pastor.