Todos son Bienvenidos a trabajar en la Obra
“Entonces se levantaron los jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín, y los sacerdotes y levitas, todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios para subir a edificar la casa de Jehová, la cual está en Jerusalén. Y todos los que estaban en sus alrededores les ayudaron con plata y oro, con bienes y ganado, y con cosas preciosas, además de todo lo que se ofreció voluntariamente” (Esdras 1:5-6).
El llamado de Ciro despertó la voluntad de todos los habitantes de Jerusalén, especialmente, la de los “jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín”. Este es un testimonio elocuente.
La iniciativa en la reconstrucción de la casa del Señor comprometió primero a los principales; a aquellos quienes sabían más de la gloria de aquella primera casa. Estos son los primeros en dar el paso, y por su ejemplo, muchos se unirían a ese espíritu que se había despertado. La tarea era grande y requería que manos se involucraran en esta gran obra.
No siempre los llamados “líderes” están comprometidos, y listos para estar de primeros ante el llamado de Dios, de venir y levantar su casa. Quienes no hacen esto, no pueden ser líderes.
De acuerdo con Esdras 2, en este primer retorno, tomaron parte unas 50.000 personas, y aunque muchos se quedaron en Babilonia, aquí vemos a un grupo mejor representado, a saber: los jefes, sacerdotes y levitas, quienes tomaron la iniciativa en el llamado hecho.
Nadie mejor que los sacerdotes y levitas para trabajar en esta reconstrucción. Ellos sabían del valor de la casa de Dios, por cuanto fueron los llamados para ministrar en el santuario del Señor.
El ejemplo de estos hombres habla mucho, de los primeros que deben estar al frente de la obra del Señor. Con frecuencia, el trabajo del Señor recae en las manos de los llamados obreros más sencillos y humildes; los “soldados rasos”, como los llamarían otros.
No siempre los llamados “líderes” están comprometidos, y listos para estar de primeros ante el llamado de Dios, de venir y levantar su casa. Quienes no hacen esto, no pueden ser líderes.
Por otro lado, el Señor se aseguró de que los exiliados no regresaran con las manos vacías; así como pasó con los hijos de Israel cuando salieron de Egipto (cf. Éxodo 12:35-36).
Para aquella causa tan grande y noble, se hizo una recolección de objetos preciosos, que se emplearían para adornar el templo, tal como el Señor lo había indicado. Este llamado de Ciro, de reunir tanta riqueza para la reconstrucción del templo, fue una señal clara del cumplimiento de la profecía, tal como la recibió Isaías, respecto a él.
En estos primeros textos, es significativo la oración “cuyo espíritu despertó Dios”. Dios lo despertó en Ciro, pero luego se ve cómo lo hizo con el resto de los exiliados. Cuando Dios despierta nuestro espíritu, quedamos listos para hacer el bien.
Aunque nuestro espíritu, por naturaleza se inclina hacia cosas terrenales, Dios por su gracia puede moverlo hacia lo alto.
Cuando eso hacemos se desata una voluntad para trabajar y para dar con toda generosidad. Oremos siempre para tener un espíritu despierto y dispuesto.
Asegurémonos de tener un espíritu despierto y presto para la obra del Señor.
Desde lo más profundo del corazón, de su pastor