La Ultima Palabra la tiene Dios

“¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida?Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.  En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (Santiago 4:13-15).

Santiago ahora nos introduce en el tema de la necesaria dependencia en Dios para hacer cualquier cosa en nuestra cotidianidad. Es una severa exhortación especialmente para aquellos que planifican sus vidas, negocios y diversiones en función de una agenda personal, sin invitar a Dios a ser parte de ella.

¿Y acaso no es esta la filosofía de nuestra sociedad materialista? ¿Invocan los hombres ordinarios a Dios antes de iniciar sus planes?

Cuando Santiago habla de aquellos que dice: “Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos”, se refería a la costumbre de los tiempos antiguos.

Los judíos comerciaban en todas sus ciudades vecinas, y en ellas traficaban y negociaban, pero ¿hasta dónde ellos pedían por la voluntad de Dios para la prosperidad de sus negocios? ¿Acaso algunos creyentes estaban haciendo lo mismo?

La soberbia del corazón de muchos hombres los lleva a vivir sin la aprobación del cielo para sus emprendimientos.

Cuando no sabéis lo que será mañana”. Este es el punto de Santiago. Nadie tiene el poder ni el control de los tiempos. Los planes bien pensados y las cosas bien planificadas se enfrentan a lo impredecible del mañana.

La soberbia del corazón de muchos hombres los lleva a vivir sin la aprobación del cielo para sus emprendimientos. Y esta es una actitud desafiante, porque nadie es dueño de su vida, y de acuerdo con Santiago, es muy breve. 

La vida según Santiago es “es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece”. Con esta metáfora el autor nos llama a considerar la fragilidad de la vida, pero a su vez que nos movemos solo bajo el permiso de Dios.

La humildad en un cristiano quedará reflejada en esta determinación de dependencia: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”. Esto significa entregarle nuestro mañana al Señor. 

Por cierto, valga aquí una palabra de exhortación para esos modernos movimientos que usan el llamado “poder de la lengua” (Proverbios 18:21), para declarar liberación, decretar sanidad o prosperidad en alguien, o arrebatar lo robado por Satanás.

De acuerdo con Santiago, esto no solo es una ignorancia y herejía, sino una falta de conocimiento respecto a la soberanía de Dios. Nadie puede pasar por encima de la voluntad de Dios. 

Quien tiene derecho a decretar y declarar es Dios. A nosotros lo único que nos corresponde decir es lo mismo del salmista de antaño: El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón” (Salmo 40:8). 

Vivamos hoy para hacer la voluntad de Dios, el mañana no nos pertenece. 

Desde lo más profundo del corazón de su pastor.